Hana recordaba aquella noche viendo su lunar de la mano. La pampa lloraba arena y el cielo soplaba lluvia. Hana estaba quieta y con las manos juntas mientras que las sombras, entre ellas sus padres, formaban círculos incompletos con sus espadas. Hana se sentiría culpable para toda la vida, pues el gran Kojiro se distraería con la presencia de su hija y un círculo acabaría con su vida.
Durante meses la familia santificaba los portales de su casa para evitar que el espíritu de Kojiro, creyendo que era un bakemono con tareas pendientes, ahora irrealizables por culpa de Hana.
Ashikaga pereció hace dos años. Sin embargo, Kojiro y otros clanes conservaban la idología y lucharon contra los seguidores de Nobunaga. No aceptaban, sobretodo, aquella religión en forma de cruz que trataba de imponerse.
La pequeña Hana fue despreciada por sus familiares. La escupieron y patearon. Su boca estaba vedada de comer en la mesa y su plato estaba junto al de los animales. Su mirada debía permanecer callada y su voz gacha, sin poder dirigirse a los demás. Su hermano Hiro, resignado, también participaba de estas acciones, es de aclarar, solo ante la vista de los demás.
El jóven Hiro también era sometido a otra clase de tortura. Debía vengar la muerte de su padre y despertar en su interior la técnica que nunca le fue heredada. El entrenamiento era duro y, desde el suelo, Hana veía como su hermano no podía alzar la katana y, por el contrario, le agradaba arrastrar el filo para arañar la arena.
En secreto, el clan pactó una pelea con el rival, también un menor de dieciséis años. Aquel día oscureció rápido y los alfileres del cielo se manifestaron, como el círculo hubiera vuelto a la noche de la muerte de Kojiro.
Kojiro ya tenía el traje roto y una líneas violetas en su cuerpo. Su hermana rompió la regla y se levantó, juntó sus manos y observó a su hermano.
La escena, se dio cuenta, con solo doce años, se repetía, quizá para ella, quizá para Kojiro. Su hermano la miró al verla de pie. Vio también como Hana se acercaba para recibir la espada de dos filos en el pecho. Vio como la espada abandonaba el cuerpo pequeño, derramando sangre como despedida.
La historia se divide en dos, mejor dicho en dos planos. En el primero Hiro gritó y al fin pudo liberar, como lo esperaba el resto, la técnica escondida y destino de asesino. En el segundo, Hana sonreía y una voz la recibía diciéndole su condición: Solo era una funda para una espada. |