Dentro de la pecera, el tiempo parece haberse detenido. Las burbujas ascienden perezosamente, como si también ellas estuvieran atrapadas en esta prisión de cristal. Yo, un pez cansado, nado en círculos, mientras el mundo exterior se desata con una alegría que no puedo alcanzar. Fuera, la primavera estalla en colores y aromas; imagino las flores gritando excitadas, como risas en un paisaje vibrante.
El Mediterráneo está tan cerca que puedo casi sentir su abrazo salado. La brisa juega a tocarme, me susurra secretos desde la orilla, donde los veleros rasgan las olas con su canto melodioso. Oigo el tintineo de las campanas de un barco a lo lejos, ese ritmo hipnótico que me despierta de mi letargo. Pero aquí adentro, en este espacio reducido, la vida parece desvanecerse en una monotonía inquebrantable.
Visto un traje de chaqueta, una vestimenta que no me pertenece. La coleta tirante que adorna mi cabeza me recuerda a la niña que solía ser, aquella que danzaba descalza sobre la arena dorada, riendo bajo el sol radiante. Ahora, respondo al teléfono, la voz del mundo exterior se cuela por el auricular, pero el contenido es ajeno, vacío. Escucho atenta, resuelvo problemas que no son míos. La rutina aplana mis alas, amordaza mis sueños.
Anhelo despojarme de este disfraz que me encierra. Quisiera andar descalza por las arenas, sintiendo la calidez del sol abrazando mi piel, dejando que las olas acaricien mis tobillos. Quiero mis falda de colores ondeando al viento, mis dos coletas al viento, como banderas de libertad.
Cierro los ojos y visualizo aquel mar infinito. Las gaviotas vuelan en círculos, celebrando la vida que palpita en la costa. En mis pensamientos, soy una ninfa, una criatura mágica que danza entre las olas, ágil y ligera. Dejo atrás la pecera, el ruido ensordecedor de los deberes y las obligaciones. La luna nueva me invita a soñar, a recordar que la vida no se encuentra solo en las tareas, sino en el simple acto de ser.
Otra tarde en la pecera, pero el anhelo crece, como una corriente poderosa que me llama. La próxima vez, quizás, me atreva a romper el cristal y nadar hacia mi libertad.
Espero se entienda la idea y si es que no, ojalá alguien lo pueda corregir |