—Bienvenida. Siga, ¿En qué le puedo colaborar?
Con pasos temblorosos ingresó al consultorio.
—Durante los últimos días mi estado de ánimo cambia súbitamente, me siento extraña y varias amigas dicen que usted las ha sanado, por eso estoy aquí.
—Mencione el nombre de un familiar fallecido y dos vivos.
—Mauricio, Xiomara y Norma.
—Acuéstese en el piso.
Cuando se acostó en el piso boca arriba, él empezó a colocar velas encendidas alrededor de su cuerpo y susurrar unas palabras, mientras a ella le deslizaban gotas de sudor que la hicieron levantar tan rápido como pudo.
—Señora, usted está poseída por un espíritu.
Ella lo cogió del cuello “Hermano, que hago… dígame”
— ¡Cálmese! su caso es especial, pero todo estará bien.
—Venga mañana, le dejaré algo listo con mi asistente.
Al día siguiente, un joven de estatura baja, gordo y mocho la hizo ingresar a un cuarto pequeño, le dijo que se tomara el contenido de un vaso y al instante vomitó una sustancia espesa, de color verde con partículas sólidas. Después de recuperar la lozanía y consciente de lo que pasó, escuchó.
—Señora, el hermano Eugenio tiene que ir a su casa, En su habitación hay algo que él debe sacar.
Quince días después el hermano llegó con el mismo joven a su casa . Ingresó a su habitación y empezó a pasar una antorcha por encima del colchón . Se detuvo y con la linterna mostró un orificio. Introdujo la mano, extrajo una bolsa plástica le quitó el nudo y la colocó en el suelo. Había una muñeca en acero con clavos en la cabeza, un pedazo de dólar, cabello y tierra.
—Lleve la bolsa a un rio y bótela. Pretendían enloquecerla.
Para la última cita de sanación tendrá que ir con vestido rojo y el cabello suelto.
Ese día cuando llegó el hermano estaba sonriente.
—Súbase a la camilla, respire profundo y relájese.
Ella entró en un estado de relajación. Se despertó agitada al sentir un hormigueo en sus piernas. No supo en qué momento se había quitado la ropa interior. El la observaba.
—¿Qué me hizo?
—¡Nada! Ni siquiera la toqué. Cuando usted empezó a desnudarse salí. Regresé porque escuché un alarido. ¿Cómo se siente?
—Renovada.
Desde aquel día Paola baila en su cuarto cualquier canción que coloquen en la emisora para quemar energías y anestesiar «su sentir». Al escuchar: ¡Oxígeno que me muero! hace la pausa y se acuesta.

¿Saben dónde le sacaron el espíritu? En la clínica de reposo donde estuvo internada.

Los invito a visitar mi blog https://luzalcalde.blogspot.com/