Explota. De las dos capsulas, la menos importante. Continuo. Con la mitad de oxígeno. El cuerpo pesado. Un pequeño paso, dijo alguien alguna vez. Y sonrío. Con sarcasmo sonrío. Miro la piedra. Tan cerca y tan complicada. Por la gravedad. Por el traje. Por la complejidad. “Cualquiera”de las anteriores y mil más. No me importa. Porque no es la distancia. Es el cuando. Y para el cuando, te necesito piedra con aleación de selenita. Respiro suave. Cuidando cada centímetro cúbico de aire. Lo necesito, por si hay vuelta. Hinco la rodilla derecha. Estiro la mano. Intento alcanzar la roca sobre esa bajante del acantilado. La rozo. Un poco más. Trastabilla mi cuerpo. Por la gravedad. Por el traje. Por el peso. Caigo hacia adelante. Como en pausa. A cámara lenta. La piedra ahora delante mío. La agarro con mis manos cubiertas de guantes. La consigo. Por fin. En el momento preciso de la historia. Cuando tenía que conseguirla. Ahora. Cayendo. Como en pausa. A cámara lenta. Por ese precipicio lunar. Inmenso. Hacia la muerte. Por golpe. Por asfixia. Por dolor. Pero no. El último ingrediente. De mi máquina del tiempo. Introduzco la piedra y se activan las luces. Aparece la fecha. Nuestra fecha. Y sonrío. Con felicidad sonrío. Hasta dentro de un rato amor. Hasta dentro de un rato. Clic.