Soy la invención de tu boca,
que lenta me saboreó,
hasta sentir lo agridulce
de mi núcleo interior.

Vengo de tus suspiros
que aliento me concedieron,
y tus manos, paso a paso,
me esculpieron, me hicieron.

Tu sexo me dio la vida
eterna, profunda, infinita,
tus ojos vieron la luz
tras la sombra que palpita.

Tus oídos me escucharon,
un rumor, leve y constante,
en tu mente soy un eco,
inquilino vacilante.

No me olvides, no me dejes,
que al desvanecerme pierdo
la memoria de mi vida,
un humito triste y muerto.