Dichoso aquel que supo aprehender las lecciones que un día quiso que otros aprendiesen.
Carl Wilson Eissberg.


Nadie nunca iba a decir de este agua no beberé
de esta solución no tendré que valerme algún día,
la que por tanto tiempo fue la dura jornada laboral,
se convierte hoy en la terapia que nos ha de salvar.

En la tierra de nadie, entre el deber y la necesidad,
un obligado subterfugio para ese vacío existencial,
en la mirada perdida que cree encontrar su farol,
la ascética luz que nos ha guiar hasta la solución,
autocatarsis para responder preguntas sin formulación.

La medicina del alma debía vivir en cada lección dictada,
pero el espejo atemporal de la resiliente memoria,
es salvaguarda de la inercia que no nos deja parar,
es sabido que no es igual aprehender que aprender
y de esas lecciones de vida que la vida me enseñó.

Las mismas que yo no conseguí ni aprender, ni aprehender,
vencido del tiempo evito encontrarme con mi retrato,
prefiero mi propio atemporal recuerdo difuminado,
la intransigencia admitida es ahora mi medida jubilar.

JIJCL, 15 de septiembre de 2024.