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De mi libro:
APUNTES CON UN LITRO DE CERVEZA
(Poemas y sucesos imaginarios)

En una ciudad donde el asesinato se volvió costumbre.

PRODUCTO POR CAUSAS NATURALES

Para ser un mercader de difuntos es obligado asistir a la universidad, debemos llenarnos de conocimientos y aprender tácticas en los negocios. Pero primero debemos dejar de tenerle miedo y fobia a los muertos. Cuando dejamos de verlos desde un punto de vista aterrador aprendemos que estos cuerpos proveen un gran negocio.


Los cadáveres en Kalamarí, ya no eran enterrados ni mucho menos incinerados, era un gran desperdicio desaprovechar su utilidad. Cómo la violencia y la desgracia tenían un porcentaje abrumador en la ciudad, se optó por tenerlos como adornos en la sala, en la terraza o en los patios. Los vivos, los vestían cómo querían y hasta los sacaban a pasear en sus automóviles de lujo. Se hacían ferias para exponerlos cómo objetos preciados y se jugaban como premio mayor en la lotería.
Yo estudié en la Universidad Necrótica de los Andes, durante cinco años para ser un buen vendedor, me entusiasmaba la idea de vender muchos cadáveres a buen precio y que la cantidad fuera de gran beneficio económico. Me imaginaba adinerado y con gran prestigio. La demanda de cadáveres era cada día mayor, los vivos los buscaban y los compraban de acuerdo con la calidad del muerto. Los más solicitados eran los que fallecían de muerte natural, ya que no había daño alguno en el organismo y duraban más. Los precios podían oscilar de acuerdo con la destreza del vendedor y la opulencia del comprador. En eso precisamente quería adiestrarme, para sacar jugosas cifras. Pero el problema implicaba conseguir un producto por muerte natural, ya que en la ciudad y en el resto del país todos morían de forma violenta. Había un listado enorme entre los que se podía contar: tiroteados, calcinados, macheteados, apuñalados, ahogados, explotados, etc. etcétera, en fin, una larga lista para seleccionar.
Apenas me gradué, conseguí trabajo en una gran compañía, me sentía orgulloso de mi profesión y de mi empleo. Mis primeras ventas fueron de poca ganancia, ya que vendí algunos cadáveres mal trechos. Los compradores vinieron siendo, gente de bajos recursos. Pero no me desanimé, tenía el talento y la ganas de progresar. Siguieron más ventas y fueron subiendo de nivel, pues los siguientes difuntos vendidos, ya no eran los incinerados, ni los destrozados por arma blanca o por derrumbes, sino los ahogados y los ahorcados. Estos últimos llegaban a parecerse a los de muerte natural, así que mi autoestima subía cada vez más. Rogaba por cadáveres de muerte natural, para sentirme definitivamente realizado, como vendedor. La competencia cada día era más dura, aunque hubiese con sinceridad, muchos muertos a la disposición. Teníamos como importadores a las bandas criminales, guerrillas, paramilitares, narcotraficantes, ejército, policía y todos los que anduvieran armados y decididos para negociar a un difunto, ya que la oferta y la demanda debía satisfacer las exigencia del comprador. Un día llegó a mi oficina un cliente, me comentó que tenía un producto por muerte natural. Lo que escuché fue sensacional, era la oportunidad de mi vida para vender el producto más apetecido por mi clientela. De inmediato me fui con esta persona para ver el difunto. Cuando llegamos ya había otro negociador esperando en la puerta. El dueño del cadáver nos comentó, que el que le diera la mejor oferta ese se llevaría el producto. De inmediato le ofrecí una gran cantidad y mi oponente la superó, pero yo no iba a dejarme arrebatar ese ejemplar, así que con toda astucia ofrecí un monto exorbitante y destrocé a mi rival. Era la primera etapa de la victoria, ahora tenía que comprobar si realmente ese difunto había muerto por causas naturales. En eso imperaba mis cinco años de estudio en la universidad. Empecé revisando el cadáver, para ver si estaba completo o un posible maltrato en el cuello y quedé satisfecho con la primera inspección. Después analicé si su hinchazón pudiese ser por ahogamiento, pero no, estaban vacíos sus pulmones. Miré sus pupilas y su lengua buscando comprobar si no había muerto por bacterias o virus, y no, ¡qué bien!, estaba limpio, así, que también quedé satisfecho. Iba muy bien y faltaba poco para hacer la compra. Revisé la piel y noté una coloración peculiar, que no se ajustaba a la apariencia por muerte natural. Todo estaba dicho, entonces, cabizbajo me acerqué al cliente y le manifesté que el producto era un vil engaño y no le daría el dinero ofrecido. Lo acusé de estafador al quererme vender un difunto envenenado. Me entristecí mucho al descubrir la farsa y enojado me fui de la casa sin completar el negocio. Caminé varias cuadras a lo largo de la avenida viendo a algunos cadáveres que erguidos sostenían las farolas de alumbrado público y a otros que estaban adornados con luces de navidad. Fue un momento en que quise desahogar mi frustración gritando al viento –––. ¡No voy a encontrar un muerto por causas naturales!

Texto agregado el 15-09-2024, y leído por 92 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
18-09-2024 El necrofílico texto suma una crítica a nuestro sistema, hay un dicho que dice "si piedras venden, piedras te compran" Abrazo y buen día. sendero
16-09-2024 Creatividad ante todo, desde el inicio hasta el fin, destaco: "Universidad Necrótica de los Andes" (me sacaste una carcajada). Gracias. gsap
15-09-2024 Vaya imaginación. Un cuento con muchos matices. En muchos lugares las muertes violentas se volvieron costumbre. Incluso, medios de comunicación dan relevancia al motivo de la muerte más que a la persona. Triste realidad. Saludos, Luz luz42
 
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