Bajo el recalcitrante sol de 42 grados,
el Jueves se desvanece en la sórdida precariedad del momento,
las gotas de sudor ruedan
tan arduamente como el fulgor del momento,
momento que crepita en medio de la soledad,
en medio del ardiente suelo pavimentado,
que enciende la llama de la incredulidad.

Pasan los minutos inertes,
insípidos,
trasegados
intestados del momento que ha pasado,
se aleja la vida,
se acerca la perdida,
se encuentra lo inesperado,
que muestra lo vacio de la vida.

La voz solo desata la furia,
furia aletargada de los momentos finales
finales que inician,
inician la ardua batalla del sobrevivir
sobrevivir para estar en todo
sobrevivir para estar en nada,
deseando solo sobrevivir.