Mi poesía es verdadera aunque no diga la verdad,
de esa verdad a la que dimos el estatus de realidad,
en ese racionalismo amable que nos ordena la historia.
Mi poesía es objetiva aunque peque de apasionada,
se deje obnubilar por la emoción y niegue la razón,
en la variación más indefinible de nuestra lucidez.
Mi poesía es razonable aunque deje una puerta abierta,
en la otra posibilidad indiscutible que está siempre ahí,
en esa alternativa inconveniente, terrible e indiscreta.
Mi poesía es verdadera aunque venga de un delirio;
es ese aleph entrometido, ese Horus que todo lo ve,
la razón necesaria que huye de su real compromiso.
Mi poesía es la palabra, aunque muchas veces se calle,
retirada en un segundo plano en su propia abstracción,
en un mensajero que desconoce el mensaje que lleva.
Mi poesía es la verdad porque ella no teme a la mentira,
lo auténtico no siempre es fruto de la razón verificable,
en esa eterna pugna irracional entre el decir y lo dicho.
Mi poesía es la voz del silencio,
es la necesaria lección de casa,
es el punto de partida de la palabra,
es el antes que pide para seguir,
es la pureza que nos corrompe,
es la ingenuidad que resiste,
es la sensibilidad que se pronuncia,
es la razón que alimenta la fe,
es el dolor que reprimimos,
es la guarida segura del alma,
es el deseo que nos hace soñar,
es.
JIJCL, 31 de agosto de 2024.
Gracias a Blanchot, a Zambrano, a Trajano, por sus reflexiones.
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