Bajo el cielo, murió un gorrión.
Tan solo veinte años, le llamaban El Gorrión.
Anoche fue una de las tantas noches gélidas del invierno y sin alas voló el gorrión.
Una madre se lamenta por la muerte de su niño, aún no entiende qué fue lo que pasó, aunque yo sé que sí, lo entiende, pero es mejor echarle la culpa a otro, la culpa de no haberle enseñado que no debía haber probado algo que tarde o temprano lo mataría, quizá a ella le espera lo mismo, quizá ella lo probó primero y tampoco tuvo a nadie que le explicara, es dura la vida, lo sé, pero una vida se ha perdido, joven y alegre que solían llamarle Gorrión debido a su voz melodiosa porque no supo decir no a la tentación de probar, por una única vez, decía, aquello que le daría placer, según él, que no sabía que el placer muchas veces es el disfraz de la muerte, la agonía. Podemos pensar que era su destino, pero yo no lo creo, muchas veces el destino lo buscamos nosotros mismos por eso mirando al cielo veo en mi imaginación a miles de gorriones sin alas que vuelan hacia el firmamento y no dejo de entristecerme, por esos gorriones, por sus familias, por las vidas que dejan y por las que nunca conocerán. Es muy fácil empezar, los amigos lo hacen y si alguno voló, es que no supo detenerse a tiempo, ese es el pensamiento de aquellos que consumen las malditas drogas, pero no es así, con la primera vez ya están sentenciados sin darse cuenta que su cerebro se va marchitando con cada pitada con cada inyección y que no hay vuelta atrás. Culpo a las madres porque lo he comprobado, hace poco hablé con una señora de buena familia que me decía, hablando sobre la marihuana que yo era muy antigua, que eso no le hacía nada a su hijo, que todos la fumaban y hasta se usaba en medicamentos. No pude seguir hablando con ella, mi indignación se reflejaba en mi rostro porque veía el final de un muchacho por la ignorancia de la madre que no entiende que hoy es la marihuana y mañana le sigue otra un poquito más fuerte y luego ya no se puede parar. He visto a muchachos deambular por las calles sin siquiera ver hacia donde van, totalmente idos que por las noches duermen solos en calles desiertas esperando la ayuda que nunca vendrá, que nunca recibieron de sus familias. Este tema es difícil y hubiera querido escribir algo distinto, pero la realidad es esa y si tomamos consciencia quizá aún haya tiempo, no para todos, pero si un solo gorrión volviera a cantar se habría hecho un milagro.
Omenia.
22/8/2024
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