Ella entendió que el amor no se describe en palabras sino en acciones. Y que lo imposible, se hace posible, para quien tiene interés de que las cosas sucedan. Que el miedo no es un muro inquebrantable, para quien porta el pico y la pala de la convicción. Entendió que, si es preciso, te inspirará a ser creativo en el escenario más parco en que la vida te ponga. Y que sí, que es verdad que el amor no lo puede todo, pero todo se puede hacer siempre con amor. Porque cuando algo o alguien te importa demasiado, serás incapaz de herirlo desde el conocimiento y deliberadamente. Porque cuando una persona te ama de verdad, le duele tu dolor. Y no podrá mirarte a los ojos; sin sentir angustia y pena.

De qué estamos hechos, cuando sabemos que no estamos obligados a amar, pero no entendemos que eso, no nos da el derecho de ir vaciando corazones, que habitamos antes. Cuando no entendemos, que la responsabilidad afectiva no es una moda, sino una obligación moral con quien nos dejó entrar a su espacio y guarida emocional.

Es de seres bien nacidos, saber honrar con gratitud y respeto, el lugar que un día, ocupamos en la vida de alguien. Ese lugar donde al llegar, debimos haber entrado descalzos, pues no éramos nada ni nadie; pero terminamos por ser todo para alguien. A tal punto que un día, osamos creer que lo que el otro nos dio, fue nuestro derecho y no una cortesía...

Uno no se va a hurtadillas del lugar donde lo recibieron con un gesto de confianza, y le abrieron las puertas de par en par. Uno no se va a hurtadillas, del lugar donde se sentó a la mesa, reía y comía tranquilo, mientras se sintió seguro...
Uno, no elimina de la memoria del corazón, lo que compartió con gozo en temporada de vacas gordas. Porque los recuerdos que se gestaron con el alma, no se traspapelan en el baúl del olvido ni el ático de los cachivaches. No, porque cuando una pareja empieza a enamorarse, no experimenta tibieza ni egoísmo alguno. El que ama deveras entrega a manos llenas, y el que es amado, no conoce de migajas ni miserias. No, no se trata de "idealizar al amor". Pero un amor adulto, sabe hacerse responsable de lo que un día cultiva en el jardín ajeno. Y sabe despedirse, bendiciendo la fruta de la que dichoso comió, sin culpar al jardinero de que el árbol le de peras... en vez de manzanas.


skM.