El vacío que precede el dolor
en una nota dulce emanada del suspiro.
Luces apagadas que danzan,
traen en sus fauces el sentimiento delirante:
Añorar.
Falsos recuerdos que afloran sentimientos,
o la esperanza,
quizás el deseo.
El recuerdo que se vuelve una imagen atrofiada,
falsa, demente, injusta.
La aceptación que llega después del llanto,
y se vuelve a ir ante la presencia de un falso recuerdo.
La razón que procede de la perspectiva,
que precede y encarrila a la aceptación:
El ciclo, el dolor.
Y el vacío, inconmensurable, imperante,
altivo, enorme y decadente,
se entrega una vez más
al llamado de su dueño:
Extrañar.
Y al fin, el dolor,
que envuelve, asfixia,
serpentea por la piel y el recuerdo.
Entonces, la mente ya cansada, exhala:
Te dejo ir. |