Cuando la mamá de Jorge murió, yo tenía catorce años. Fue la primera vez que vi a una persona muerta.

Ese día, habíamos salido antes de la escuela porque la profesora de historia estaba enferma.Mis compañeros y yo fuimos a pasar el rato al shoping que quedaba cerca. Nos gustaba jugar con las maquinitas. Jorge no quiso ir: la mamá trabajaba ahí, y él estaba castigado por sus notas bajas.

Ni bien entramos al shoping, fuimos derecho a los juegos. La madre de Jorge nos vio y se acercó para hablar conmigo. Me pidió que fuera con ella a su negocio y marcara su número de celular. Creía que se lo habían robado. Hice lo que me pidió, pero nada, no sonaba. Ella, cada vez más nerviosa, estaba pálida. Miró el perchero y creyó notar que le faltaban prendas.

Yo sabía que sufría de problemas de corazón. En ese momento se descompensó y cayó al piso. Desde la puerta, mis compañeros vieron lo que pasaba y preguntaron :¿Está muerta?
Llamen a seguridad, dije yo.
Enseguida llegó un tipo con uniforme que se agachó para ver si respiraba. Dijo que era de seguridad del shoping y llamó al 911.
Entonces sonó un teléfono. Buscamos y lo encontramos sobre una caja del otro lado del mostrador. Contesté. Era Jorge. Dijo: mami, ya estoy en casa. ¿Todo bien?