Primero, un acto humano originario,
cualquiera, recién parido,
lleno de pura ala.
Luego su primera repetición.
y luego un ejército de repeticiones
para quebrar su ala,
para instaurar el hábito.
(Como cuando domesticaron mi verdadero nombre,
aquel que garabateé fieramente
por vez primera un día de mi niñez;
aquel nombre cuyas alas mi muerte entonces lejana, temía)
Después llorar sin saber que se llora
en la despedida de cada uno de esos primeros actos,
y en el lugar de él, quieto ahí,
el hábito con su dictadura,
como célula cancerosa,
pozo y miasma,
hielo negro.
Finalmente, el miedo eslabona pacientemente
los hábitos de una rutina que encadena,
y como casi todos,
ya no sé quién soy ni quién fui.
Camino perdido, alas quebradas, frío.
Ahora que voy siguiendo desvencijadas señales
por precaución y supervivencia,
sólo me sobrevive la precaución,
y el frío de las alas quebradas recorre mi cuerpo;
el frío
del que solo tú, amigo poeta,
guardián de tu propia sustancia divina en otros,
me salvas para regresarme al pálpito audaz de mis alas quebradas.
David Galán Parro
19 de agosto de 2024 |