Esta vez les voy a relatar algunas excentricidades de uno de los hijos de la señora que todos ustedes ya conocen.
Se trata del hijo menor, habida cuenta que la mujer tiene hijos de todos los tamaños y colores, le tocó a Agustín salir pelirrojo y lleno de pecas, al estilo del Príncipe Harry. Fue el vivo recuerdo de una noche dulce y pasional en las lejanas tierras de Escocia. Curiosa por ver qué era lo que realmente había debajo de las polleritas, se topó con el futuro padre de la criatura. En tales momentos ni se le ocurrió pedir un informe completo de sus ancestros y pedigree total. Su embarazo fue maravilloso, suave y normal. En uno de sus paseos, caminaba por esas callecitas de Buenos Aires y tuvo deseos de hacer pipí, por lo que cuando vio un hotel, entró presurosa, preguntó por el baño y allí rompió la bolsa de aguas. Los del hotel alojamiento (que de eso se trataba), la tuvieron que llevar al Sanatorio sin poder creer lo que les estaba sucediendo.
La criaturita de Dios, nació bien colorado, y chillón como ninguno. Desde pequeñito se destacó por sus travesuras, incontables todas e innombrables algunas. Tenía especial obsesión por los pompis femeninos y si logró renombre no fue por sus notas, sino por mordisquear los traseros de sus maestras. Prosiguió creciendo el cachorrito hasta alcanzar su metro noventa y nueve, y calzar un digno cuarenta y ocho, imagínense para darle de comer al grandulón. Cuando quiso hacer su vida (léase, hacer travesuras con chicuelas), tuvo a su disposición por esas cosas de la vida, una casa abandonada, semiderruida, ante la cual la casa de los Buendía de Macondo, se llenaría de envidia. Agustín dio rienda suelta al artista que moraba dentro de él, convirtiéndola en una especie de culto a Warhol repleta hasta el techo de latas, no de sopas Campbell, pero sí de todos los alimentos y bebidas que trasegaba sin parar. Atlético, gimnasta por naturaleza, podía mandarse al buche cantidad de comestibles sin engordar un gramo. Capítulo aparte eran las jovencitas atraídas por su encantadora sonrisa y simpatía. Llegaban como abejas a las flores. Cierto día en que calibró quedaban pocas mozas (…) en la Argentina, emigró a Brasil. En semejante país, casi un continente, calculó que miles de muchachas serían su botín tras semejante movida. Es así que estuvo un tiempo allá y cada tanto llevaba a la novia de turno, de vacaciones a la casa de sus padres en Argentina.
La Sra.D, solícita con los amores de su hijito adorado, iba y venía con su mono tití en el hombro, animalito muy expresivo, comunicándose ambos mediante chasquidos y según ella, diciéndole al oído, cuáles comidas eran más sabrosas y suculentas para su hijo e invitadas especiales.Claro que no todas eran blancas palomitas. Para la historia quedará el recuerdo de aquella vez que vino acompañado con una mulata alta y bella. Hasta ahí, todo bien. El caso fue que la mamá de ese “retoño” (mi amiga del alma), se fue enterando de ciertos detalles para el asombro: a la niña en cuestión la retiró de las calles Agustín, paladín de la justicia, dedicado a la defensa por la luz y la moral, (ejem…). Cuando la conoció, drogadicta y prostituta, fue haciéndole ver su triste y degradante papel y con el tiempo, se animó a irse junto a él. Se enamoraron y se los veía a los dos muy felices. Pero aquella luna de miel se fue desgastando cuando la moza durante la estadía, secretamente, quiso proseguir con su trabajo, esta vez de manera internacional. Algo se olió Agustín -quien también había trabajado en la Agencia de Detectives junto a su madre-, y fue siguiéndola con discreción por esas famosas callecitas de Buenos Aires. En ellas comprobó fehacientemente, que la niña tenía toda la intención de hacer feliz a media capital de Argentina. ¡Entonces se armó la de San Quintín! La llevó a la casa, le hizo preparar su maleta, fueron a laTerminal de Autobuses y le compró un boleto de ida para la ciudad de donde era oriunda. De nada valieron las súplicas primero y los gritos más tarde de ella. La vio alejarse en el bus y santas pascuas. Pero la cosa no acabaría ahí. Una hora más tarde, estaba tocando el timbre de la casa. Se había bajado del ómnibus tomando luego un taxi. No hubo ruego que hiciera recapacitar al muchacho. Volvió a llevarla y pagar el boleto por segunda vez. ¡Nuevamente a la hora la chica tocó el timbre! Esta vez Agustín, esperó un buen rato para asegurarse de que no la dejaban bajar, previa conversación con el chofer y pago de un dinerillo. ¿Pueden creer que se escapó por tercera vez? Ahí ya él se cansó y decidió tratar de convencerla que lo mejor era volver a su patria. Ambos lloraron, ambos se juraron amor, pero en vista de la adicción que tenía ella por su trabajo entre otras cosas, era imposible tener una relación y así se lo hizo saber. Creyó que había entendido y se recostó. De pronto la vio llegar al dormitorio sin poder creer lo que veía. Enloquecida, gritando a todo lo que daba y con el brazo en alto, portando un enorme cuchillo de cocina para amedrentar, quiso obligarlo a ceder. Se levantó de un salto, forcejearon y recibió una cortada por suerte superficial, en un brazo. Furioso, la llevó a la Terminal, habló con dos policías que lo acompañaron para explicar al chofer del bus la situación, conminándolo a llevarla hasta terminar el viaje. Así fue que desapareció al fin.
Se trata sólo de una de mil anécdotas del muchacho que por cierto, era merecedor de semejante mamá. Que tenía algunas cosas extrañas, convengamos que las tenía. Por ejemplo, caminaba hacia atrás por lo general.Sí, podrá parecer raro, pero era una de sus características. Con el auto quiso hacer lo mismo, pero no le salió nada bien, si les contara...Por fuera podría parecer un pequeño demonio con sus pelos rojo fuego, pero era un ángel de corazón. Nuestra amiga sabemos, tiene una enorme paciencia, además de amar a sus vástagos al infinito. Sin embargo la visita tenía que culminar y llegar a su fin intempestivamente.
Todo comenzó el día que el muchacho consiguió a través de un correo especial desde Turquía, unas sanguijuelas “embarazadas”. Claro que hay un motivo: Agustín había heredado por parte de padre, ser propenso a las várices. Recién ahora su mamá, supo el motivo real por el cual su hijo galán usaba esa pollerita de entrecasa ¡qué escocés ni escocés! El muchacho tenía últimamente en sus piernas gran cantidad de venas inflamadas que a veces le resultaban muy dolorosas y precisaba airear. Eso en un hombre joven era una pena. Como amante de todo lo natural, buscó tratamientos “adhoc”. Durante días enteros recopiló toda la información a su alcance y dio con algo completamente natural, que se usaba desde que el mundo es mundo: Sanguijuelas. Se conoce desde la antigüedad cómo favorece el alivio de ciertos problemas de salud, entre ellos, el tema de las várices ya que no sólo succiona la sangre, sino que a la vez desprende anestésicos y antibióticos, previniendo trombosis, etc… Hasta allí todo bien, pero el caso era encontrarlas, tarea nada sencilla. En Brasil increíblemente no pudo hallarlas, al menos para su comercialización, tampoco en Argentina, por lo que siguió su búsqueda por todo el mundo hasta dar conTurquía. De inmediato pidió varias de todas las especies, medidas y condiciones; solteras, embarazadas, niñitas aún pero no decrépitas, algunos varones, etcétera. Debían durar años. Muchas de ellas son hermafroditas y al tener que dejarlas en un ambiente cálido y húmedo como le fue recomendado, no encontró mejor lugar para ellas que la bañera de su baño. Claro, la tina era ideal para reproducirlas. Es así que la población se incrementó notablemente y sus huevos comenzaron a llenar todos los huecos posibles. Agustín estaba feliz ante la promesa de su inminente curación. Procuró alimento especial para todas, y consiguió una gran cantidad de lombrices, larvas, alevines, crustáceos y renacuajos.
Su mamá ignorando todo, apenas se estaba reponiendo de la vergüenza sufrida hacía sólo dos días atrás, en el casamiento de su hijo mayor, hombre correctísimo, lo contrario del menor obviamente (y de ella misma). Era la quinta vez que se casaba, aún creía el pobre en esas cosas evidentemente. El hermano más chico se quedó, alegando tareas ineludibles (dar de comer a las quinientas sanguijuelas y hacer callar con un pito especial al perro molesto del vecino). La Sra. D se fue vestida paquetisima y emperifollada para la ocasión, con un conjunto de pollera y blusa color malva pálido, repleto de delicados detalles y diminutos bordados de pequeñas piedras y lentejuelas que sin embargo pesaban demasiado. La pollera ajustada a la cintura toda elastizada y la chaquetilla haciendo juego. Había mandado a planchar lo que iba a usar y apareció radiante y simpática, conversando más tarde con los novios e invitados. A los pocos minutos de estar en el evento, en medio de la nutrida concurrencia, y manteniendo una animada charla con los padrinos de la boda, ¡se le cayó la pesada pollera al piso! De pronto se encontró mostrando a todos, los calzones -que por suerte llevaba-. ¿Qué se puede decir de tamaño bochorno? Nada, no se puede decir más nada. Salvo que durante toda la noche la pobre mujer se quedó sentadita y sin dar un solo paso. Al irse de la fiesta, se despidió de todos agarrándo la pollera con la mano. Atando cabos, se dio cuenta que quien le había planchado el conjunto, también lo hizo sobre el elastizado, soltándose casi por completo.
Fue así que en su casa y con tal ánimo, alcanzó a ver unas especies de lombrices caminando sobre la alfombra de la sala donde se encontraba descansando. Como un rayo se levantó y lanzó un grito. No había nadie en la casa por lo visto. Desesperada fue en busca de su vástago en la habitación, lo buscó en su ba… ¡¿QUÉ?! ¿Qué era eso?, ¿acaso había descendido al mismo infierno de Dante? Estaba todo invadido por criaturas que se arrastraban pegajosas en medio de una selva de reptiles, gusanos, huevos y ranas sin patas, ¡una verdadera locura! Cuando su hijito llegó, ella lo mandó a freír buñuelos junto a todo su núcleo de bicharracos impresentables. Es así que el muchacho ahora está buscando un nuevo continente para sus correrías amorosas, pero ahora sí, espera, con piernas sanas.
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Me creerían si les digo que sólo un quince por ciento es ficción? |