Retrato

Nadie llega tarde a la vida de alguien que sin saberlo ya lo esperaba. La miré llegar, llevaba un imponente vestido azul que dejaba ver su hombro izquierdo y toda su espalda. Un discreto collar de plata pagado a su cuello me recordó que conozco cada centímetro de su piel.
Quise tomar la del brazo y tomar el lugar de él. Quise gritar a todos que la amo. Más fue en vano, no podía escucharme y no pondría en tela de juicio su honor ante toda la audiencia. Entonces cerré los ojos y mis labios saborearon su piel, mis manos recordaron sus piernas y mi lengua su lengua y su intimidad. Recordé que en la oscuridad vigilé su sueño y en el amanecer la hice sentir mujer una y otra y… otra vez.
No llegó tarde a mi vida, ni llegue tarde a la suya. En silencio, sin buscarse ni saberse, nuestras almas se esperaban dispuestas a trascender, pero, la vida es injusta y el amor escurridizo. Me vestí con mi traje negro, me animé a gritarle que la amo, quise arrancársela a él del brazo y solo conseguí romper el retrato.