Callada
quieta
escucho el acompasado respirar de mis hijos sumidos en la blanca transparencia del sueño.
Quisiera despertarlos
encender luces
poner música.
¿Como contengo los torrentes que brotan de mi interior?
Me habita un mar que amenaza desbordarse y no puedo ofrecer una gota de esa agua.
Despierta recorro caminos que anduve
los veo
los revivo
les digo adiós.
Le digo adiós a la casa del abuelo convertida en un edificio lleno de desconocidos moviéndose como palomas.
Le digo adiós al frutero que me regalaba el primer durazno del verano
a la música de las campanas al morir la tarde
al señor del almacén que me daba el vuelto en golosinas.
Y le digo adiós a mi madre con su aroma y su tibieza
a la presión de su mano que cada vez se hace mas leve.
Ella agita sus brazos denunciando la injusticia de su muerte.
¿De que me hizo Dios que no acepto sus designios
me duele los huesos
me eriza
me provoca
me hace temblar?
¿De que material temeroso y altivo que se niega a ser ceniza
a licuarse
a desaparecer?
Recorro los cuartos
miro dormir a mis hijos
riego plantas que me aman
crecen en el interior de mi casa como una selva.
Por fin el sueño vela mis temores
mis recuerdos
aligera el peso de mi alma.
Llega la mañana
el olor a café con leche me vuelve a la realidad
a dejar atrás recuerdos.
Mis hijos me hablan con amor
me siento mala
desagradecida
Pero al final me doy cuenta que estoy hecha de un material que se ha empapado de ese amor dado y recibido.


Victoria

Una noche...