No hay mar que no te nombre
ni cielo que no te anuncie,
cabalgas en las cordilleras de mi mente
gaviotas del augurio nocturnal.
Las horas secas
los grillos impacientes
el reposo de la tarde
una banca en la plazuela
me hacen recordarte.
Un perro callejero
muestra su mirada buena
y me lleva al centro de tus ojos
refugio de los míos.
Del bar surgen las notas
de una vieja melodía
te acercas a mi oído y al roce
suave de tus labios
la cantas dulcemente.
Llegaste en primavera
tejiste un cuerpo soleado
prendido con alfileres a tu follaje
ahora naufrago en la espesura.
Cruzo por la calle anidada a tu cintura
Infecunda reposa mi cabeza en tu hombro
ostia, pan y vino para consagrarte
Mi corazón emprendió este viaje
manantial que no regresa.
Afuera llueve, cenizas en mis ojos
cuando sólo quiero olvidarte
las nubes te han traído
todos te nombran
estoy lista para recordarte.
Texto agregado el 12-10-2004, y leído por 351
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