Tengo amigos que leen lo qué pongo en blanco y negro a veces. Y los más exigentes son los que me conocen desde niño. Pero también son los que con sus testimonios confirman lo que cuento. Sin embargo, a menudo, incurren en un error garrafal: escogerme el tema y los personajes. ¡Y lo bueno es que tienen derecho a hacerlo!

Pero dentro de mi cabeza hay un molino en eterno movimiento. Con todo lo vivido de forma consciente y en una escala mayor, lo que entró en mi sin saberlo. Y siento como pugnan dentro de mi cerebro, buscando convencerme de sus salidas en forma de hilván lingüístico. Pero tienen un oponente perverso: mi rencor.

Por eso ha sido el letargo con la petición que me hizo mi hermano menor. Quién cada vez que puede me pulla con el tema. Y es que él piensa qué el personaje que me sugiere es todo un ícono macorisano. Más, en mi interior con todo y su gracia(desgracia), no pasa de ser un depredador de nuestro río.

Porque el fondo arenoso de cualquier arroyo, más que filtro, es garantía de que su lecho se mantenga estable. Algo que sostiene el nivel y la continuidad del cauce. Por lo que afirmo que la degeneración en zanja de nuestro Jaya, entre otras cosas, sé debió al oficio largo y constante del ocurrente explotador de asnos.

No obstante, cada cual lo mira de su manera. Y hasta creo que el equivocado soy yo. Pero, al escribir, no mando en el tema que aflora desde lo íntimo mío.