La Cumparsita
Al contrario de lo que muchos puedan pensar, La Cumparsita no es un lugar bailable ni nada por el estilo, es simplemente una residencial, para ancianos.
Es un lugar por demás bonito, donde su dueña una mujer de ochenta años trata de que sea un verdadero hogar para hombres y mujeres que han quedado solos o simplemente necesitan de la compañía de personas para no sentir esa soledad que los va marchitando poco a poco.
Debo decir que no es barato, pero a cambio la persona que viva allí va a tener todo lo necesario para no extrañar ni su casa ni su familia ya que, en esa residencial, todos forman una verdadera familia.
Tampoco son muchos, cuatro mujeres y cuatro hombres es lo máximo que la propietaria admite, la casa es grande y cada inquilino tiene su propia habitación y baño privado, además dos enfermeras durante el día los atienden y dos durante la noche. Todos están en sociedad y si es necesario que los vea un médico de urgencia, a los pocos minutos van a ser atendidos.
La señora Olivia, la propietaria es una persona muy amable, se ocupa personalmente de los inquilinos confraternizando con ellos y enterándose de lo que les haga falta y así es querida por todos.
Isabel, una mujer muy culta, profesora de matemáticas, tiene ochenta y tres años y como es norma de la casa, está completamente sana, debo decir que, para vivir allí, los inquilinos deben tener un carné de salud que demuestren que son personas sanas y que pueden valerse por si mismas.
Aunque parezca raro, es lo primero que la señora Olivia exige a los parientes o a los mismos inquilinos, ella no alquila a personas enfermas ya que como bien dice aquella casa es, no un sanatorio sino una casa de retiro.
Angelina, otra de las inquilinas es una mujer no de tanta edad, tiene setenta y cuatro años y es la más alegre de todas, de profesión pintora que, aunque ya está retirada a veces pinta algún cuadro que suele vender a muy buen precio. Tiene una hija y un yerno, no se ven con frecuencia. Al yerno lo vio sólo una vez.
Sofía, médica jubilada que lo que más le agrada es bailar a sus noventa años. Su familia viajó a Norte América olvidándose de ella, jamás se casó.
Dina, una mujer muy callada que a sus sesenta y nueve años decidió que quería vivir en La Cumparsita y al tener medios propios para costearse el precio, allí vive. Profesora de piano. Tiene una tía a la que visita cada cada domingos.
Danilo, un arquitecto de setenta y tres años que al igual que Dina, prefirió vivir acompañado y tener amigos antes de seguir viviendo solo en su apartamento. Viudo con una hija y un nieto a los que casi ni ve.
Juan José, dentista de profesión, jubilado como todos y de setenta años que encuentra en esa residencial, amistad y gente con la cual puede conversar sin considerarse viejo y fuera de moda. Divorciado con dos hijos.
Ricardo, quizá sea el único que no es profesional, aunque por supuesto muy instruido, fue bancario toda su vida y al quedar viudo decidió vender todos sus bienes y dedicarse a descansar y a ser atendido. Setenta y cinco años es su edad. Sin hijos ni parientes cercanos.
Diego, ex violinista del SODRE, actualmente retirado a sus setenta y ocho años. Viudo con una hija que vive en París.
Olivia además de la residencial, es dueña de una boutique muy conocida y a la cual va dos horas al día para llevar el control y ver que todo marche tal cual ella lo disponga. Su único hijo es el gerente, muy apegado a su madre, casado con tres niños pequeños que adoran a su abuela. Su nombre es Cosentino y tiene cincuenta y tres años.
Los sábados por la tarde, después de la siesta, la reunión es en el salón de juegos, allí se juega a cualquier juego de mesa, se baila a la noche y se disfruta de la compañía de unos con otros, charlando de cualquier tema, eso si, siempre están actualizados, también hay dos televisores en el salón y cada uno hace lo que más le agrade.
Las enfermeras se llaman Cecilia y Yennifer, dos muchachas alegres y serviciales además está el cocinero y su ayudante, Martín y Sergio, bastante jóvenes los dos.
Aquella casa era algo así como el paraíso si existiera, pero a veces hasta en el paraíso puede haber una manzana podrida.
Ese sábado, las cuatro mujeres decidieron que jugarían a las cartas después de la siesta mientras que los hombres verían un partido de fútbol en la televisión.
Todo muy normal como siempre, pero, luego del partido de cartas, todos notaron que Angelina no se sentía muy bien, había estado distraída en el juego y eso no era habitual en ella.
Olivia al notarlo le pidió que fuera a su habitación y se recostara y se tomara un té que se lo haría llegar por Sergio y que si seguía sintiéndose mal le llamaría al médico.
Sergio llevó el té a Angelina y al verla dormida se lo dejó sin despertarla, creyó que era lo mejor y así se lo comunicó a Olivia.
Al rato la propietaria decidió ir a ver cómo estaba Angelina y la sorpresa fue mayúscula al notar que, aunque la llamara, no se despertaba y ni siquiera se movía.
Olivia llamó de inmediato al médico de Angelina quien de inmediato fue a verla.
La mala noticia es que la mujer había muerto.
Lo que se propagó de inmediato.
Todos estaban alarmados, Angelina no parecía tener nada, no estaba enferma, nadie hubiera dicho que moriría, aquello los sorprendió a todos.
De inmediato Olivia llamó a su hija quien no tardó más de media hora en presentarse y comprobar que su madre había muerto, lo que no entendía era el motivo por el cual estaba la policía junto a su madre.
Al preguntarle a Olivia la mujer le explicó que según el médico había muerto envenenada y por eso tuvo que llamar a la policía y ahora todo era un caos, por lo menos para ella, veía como se derrumbaba el esfuerzo de toda una vida por las sospechas que recaerían en todas las personas de la casa.
El médico hizo retirar el cuerpo de la desdichada Angelina y se lo llevaron a un sanatorio donde se le practicaría la autopsia para confirmar el envenenamiento.
De ahí en más las preguntas a todos y a todas, nadie sabía nada, era muy poco lo que cada uno de ellos sabía de los demás.
Sofía como médica retirada dijo que la había notado rara, pero nada más, creía que había visto algo que no le agradaba, pero jamás creyó que le sucedería algo tan terrible.
Los hombres al ver que ni siquiera se les permitía ir a sus habitaciones quedaron en el salón conversando entre ellos, cada uno opinando algo diferente.
Las mujeres se les unieron y también opinaban y más de una derramó lágrimas de dolor ya que Angelina hacía mucho tiempo que vivía allí y se habían hecho muy amigas.
Lo que no se daban cuenta estas siete personas era que un detective, sin que ellos lo vieran, estaba detrás de una cortina que podía dividir al salón cuando quisieran bailar y no molestar a los que no lo hicieran, los estaba escuchando.
Isabel era la más amiga de Angelina, ellas sí sabían de sus vidas, contó que Angelina estaba preocupada porque había visto a alguien que le parecía conocido, pero que debido a que cuando lo vio estaba sin sus lentes, no supo si en realidad era quien ella creía y si fuera él, ¿qué estaría haciendo allí?
El detective de la policía había oído aquello y decidió investigar.
Angelina quizá hubiera visto a su asesino.
La hija de la desgraciada mujer, no podía creer que aquello estuviera pasando, es cierto que no veía mucho a su madre, pero se debía a que trabajaba todo el día, su madre era la del dinero, ella se había casado contra su voluntad y no quería pedirle nada. Su marido trabajaba en un restaurante y vivían bien con lo que ganaban los dos.
Eso declaraba la hija de Angelina al ser interrogada.
El detective entonces preguntó dónde estaba el esposo a lo que ella le contestó que no estaba en la ciudad.
Nadie de los presentes apreciaba mucho a la hija de Angelina jamás visitaba a su madre y ni siquiera conocían a su marido.
Al fin les llegó el turno de ser interrogados a Martín y a Sergio, este último dijo que él le había llevado el té por orden de Martín pero que Angelina no estaba despierta y se lo dejó al lado de la cama en la mesita de luz. El detective quiso saber si el té estaba en la taza o si se lo había bebido en algún momento a lo que Sergio le contestó que cuando se enteró de lo ocurrido fue a retirar la taza y la encontró vacía y que el policía que lo acompañó le dijo que no tocara nada y se retiró.
La taza con restos de té, fue examinada en un laboratorio donde se comprobó que tenía veneno para ratas. Sergio fue detenido de inmediato y a pesar de que negaba haber hecho nada, fue enviado a la comisaría.
Luego de un intenso interrogatorio no pudieron probar nada contra el muchacho.
Todo aquello era muy raro, además se supo que Sergio era nuevo y que nunca antes había visto a Angelina.
Mientras conversaban los siete inquilinos otra vez reunidos, cada uno quiso ser detective por su cuenta y comenzaron a preguntarse quién tendría la oportunidad de envenenarla y luego de algunas horas y después de haber sacado sus propias conclusiones se dijeron que sólo había alguien que Angelina hubiera visto una sola vez y que quizá no era quien decía ser y decidieron hablar con el detective.
Hemos estado conversando y creemos que hay una persona que hace poco tiempo que trabaja acá y que es muy probable que Angelina no lo haya visto o quizá si lo hizo fue como dijo ella, sin sus lentes, pero que le resultó familiar y ese hombre es Martín, el cocinero, nadie tiene muchos informes de él, sólo que cocina bien, nos gustaría saber si es quien dice ser o quizá…
Ya veo a donde quieren llegar, dijo el detective, yo también me lo preguntaba por eso, voy a reunir a todos en el salón y veremos que surge de todo esto.
Un poco más tarde, todos estaban en el salón, los inquilinos, las enfermeras, Olivia, Sergio y Martín con lentes y gorra, algo que extrañó a todos los que lo habían visto sin ellos.
La hija de Angelina fue la última en llegar, se sentó sin mirar a nadie hasta que casi sin darse cuenta levantó la vista y su asombro fue tal que un grito salió de pronto de su garganta al ver a su marido tras aquellos anteojos oscuros cuando ni sol había. La mujer no tenía idea de qué estaba haciendo el hombre allí cuando el detective que estaba detrás del cocinero lo detuvo por el asesinato de su suegra.
Al fin, todo se había aclarado, el té con el veneno había sido preparado por Martín quien pensó que la culpa recaería sobre Sergio al haberlo llevado, pero la astucia de los inquilinos salió a la luz, la hija de Angelina no tuvo nada que ver, ella quería a su madre, pero su marido no le permitía verla, ahora se daba cuenta de que todo el tiempo, su madre había tenido razón y lloraba desconsoladamente ya que ella también la quería.
Al fin, todo volvía a la normalidad, ya no había que sospechar de nadie y todos respiraban otra vez, el problema era contratar a otro cocinero, pero por el momento de común acuerdo decidieron pedir comida al restaurante de la otra cuadra, por lo menos por un tiempo.
La Cumparsita no cerró sus puertas y si andan por Punta del Este, quizá vean el letrero.
Omenia
16/7/2024
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