INSEPTO
Desde sus primeros días, decían que si existiera un concurso para bebés, él ganaría sin duda alguna. Como un niño escarabajo en pleno vuelo, a los 9 años, mientras cursaba tercero de primaria, fue elegido para cantar “El caballito del diablo” ante todo el colegio, llenando el aire con una melodía tan pura como el zumbido de la libélula. En el campo de fútbol, se movía con la precisión de una mantis religiosa en caza. A los 13 años, como un escorpión descubriendo nuevas presas, tocó por primera vez una guitarra, y en el bachillerato se adentró en los oscuros recovecos del conocimiento: matemáticas, química, física, dibujo, música, literatura y filosofía. Cada asignatura era un nuevo túnel en su laberinto mental. Recibió mención de honor por su rendimiento académico en el grado once, como la última metamorfosis de una polilla antes de emerger.
A los 20 años, se unió a su primera banda, donde el teclado se convirtió en su nuevo exoesqueleto, y compuso varias canciones. Un año más tarde, cambió de banda y formó una con su hermano, donde tocó la guitarra eléctrica y grabaron un demo. Pero el llamado solitario del escarabajo rinoceronte era fuerte y decidió seguir su propio proyecto solista. Desde los 24 años, se convirtió en un insecto de pensamiento, surcando los cielos oscuros de la filosofía de Sófocles, Arthur Schopenhauer y el inepto Luis Fernando Vallejo. Con sus ideas como las corrientes que guiaban su vuelo, navegó por la vida buscando sentido, dejando su zumbido resonar en el viento de su miserable existencia.
Hoy, a sus 36 años, es un saltamontes torpe. Un insecto convertido en un enjambre de ilusiones que maldice hasta la mosca que vuela.
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® eRRe
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