A veces te busco para contarte
ese silencio que me ahoga,
y explicarte por que
esas malditas ganas de llorar no se van…

Hay un azteca con un penacho enorme
que acompaña con una trompeta
a un mariachi sin ojos. La oquedad es tan oscura,
tan vacía y tétrica como el alma que habita en mí.

Ese recuerdo que lastima esa tristeza
que siempre me acompaña me aconseja
irme, sentir ese temor esa voz que escucho
cuando algo no está bien…

Quisiera decirte que mi piel no siente
los cambios, solo borran los años
las marcas de un designio que rompen
los sueños como un globo que flota sin rumbo fijo.

Ha cambiado mi forma, pero esa voz aun grita tu nombre,
espera intacta la imagen de esa promesa de volver,
de regresar el mecanismo que mueve el tiempo,
el espacio que ocupan los sueños entre el éter,

entre un pensamiento artificial …