Vidas pasadas.

Siempre he creído que los seres humanos tienen que pasar por varias vidas hasta, con las experiencias adquiridas, llegar a convertirnos en el ser para el cual hemos sido creados.
Mi nombre es Janna Holmes y durante casi toda mi vida he tenido sueños con un lugar al que jamás he ido, la campiña inglesa. Soy pintora y en mis cuadros siempre está presente casi sin darme cuenta, dicho lugar.
Desde muy pequeña me atrajo la pintura campestre y debido a eso mis padres me enviaron a la Universidad a estudiar Bellas Artes algo que siempre les agradeceré.
Mis cuadros son bastante buenos, aunque yo misma me elogie, porque se venden desde hace varios años ya que empecé a venderlos en las plazas, en el centro y hasta en algún parque concurrido cuando era una jovencita sin experiencia.
Ahora que pude ahorrar algo de dinero con la venta de algunos cuadros he decidido conocer los lugares que plasmo en mis cuadros y que sólo he visto en mis sueños.
Mañana parto a Inglaterra, ni siquiera sé qué es lo que voy a hacer al llegar, pero estoy segura que mis sueños me guiarán.
Ya reservé el hotel, no muy caro por supuesto y que según vi en Internet, está justamente ubicado en el campo, al principio estaré unos días y después, Dios dirá.
Al llegar casi no podía creerlo, era un lugar hermoso, el verdor de sus campos era tal cual lo había soñado y pintado.
Me hice amiga de la dueña del hotel que al preguntar mi nombre me dijo que, a un kilómetro del hotel, de esto hace más de cien años, vivía una familia con mi mismo apellido y que lo sabe porque el pueblo que aún hoy existe tiene ese nombre.
Le dije que no tenía idea pues nunca había estado en Inglaterra y que por supuesto mis padres tampoco, pero que iría al cementerio para ver las tumbas y aprender algo más de esa familia.
El domingo Dora, la dueña del hotel me dijo que ella misma me acompañaría al cementerio ya que solía hacerlo una vez al mes y sería agradable no ir sola.
Al llegar buscamos las lápidas cuyos apellidos grabados fueran Holmes y por supuesto eran muchas, pero una llamó mi atención, una mujer nacida en el año mil novecientos tenía una fotografía que a pesar del tiempo estaba muy bien conservada y bajo el vidrio del hermoso cuadro hecho de mármol se distinguía una joven que me impresionó debido a su juventud.
Dora me dijo que ella estaba al tanto de lo que le había sucedido a aquella muchacha que murió siendo demasiado joven. Todo el pueblo sabía su historia y se la pasaban de generación en generación, su nombre era Natalí y tenía quince años al morir de una muerte increíble. Natalí era la mayor de tres hermanas que vivían con sus padres en una casita que si tenemos tiempo te la voy a mostrar me dijo Dora. Desde muy temprana edad comenzó a pintar y sus padres la apoyaban porque veían en ella a una excelente pintora.
Tan entusiasmada estaba con el relato de Dora que hasta me parecía ver a aquella muchachita y más aún cuando me dijo que ella también pintaba, que aún están sus cuadros colgados en la biblioteca del pueblo ya que eran a pesar de su juventud, excelentes.
Esto más me intrigó, era tanta la similitud que teníamos que quise saber cómo murió, qué era lo que le había pasado para irse a tan temprana edad, Dora me dijo que cierto día Natalí salió al campo a pintar como siempre lo hacía y lo que pintó aunque ella no se diera cuenta, fue a dos personas que parecían estar besándose, pero que tiempo después se supo, al mostrar el cuadro y debido a lo que más adelante salió a la luz, que en realidad aunque ella no se diera cuenta el hombre de su pintura estaba estrangulando a la mujer y no besándola como ella suponía y ese fue su final, el asesino la buscó y la estranguló de la misma manera que lo había hecho antes, para robarle el cuadro, aunque lo que el asesino no sabía era que ese cuadro ya había sido vendido a la esposa de un comisario y que lo había reconocido ya que la mujer del cuadro apareció muerta y él era el principal sospechoso.
Toda esta macabra historia me llenó de espanto y así se lo dije a Dora la que me llevó más tarde hasta una casa abandonada, lugar donde naciera Natalí. Al estar cerca comencé a hablar de una manera distinta, era yo, aunque mi inglés al hacerlo fuera diferente y muy campesino. Dora se dio cuenta y me preguntó qué era lo que veía de la casa a lo que le respondí sin darme cuenta que allí me habían matado.
Luego de esto perdí el conocimiento y Dora como pudo me subió al auto y me llevó a la casa del médico del pueblo.
El viejo doctor me hizo algunas preguntas y su diagnóstico era que había sufrido algún tipo de estrés y que debía descansar y que con algún analgésico se me pasaría.
Ya de vuelta al hotel me sentí muy preocupada, no soy una persona nerviosa ni me dan miedo los cementerios, pero aquello era diferente, me había escuchado a mí misma y había tenido la sensación de ser otra persona, específicamente, Natalí.
Al día siguiente fui a la iglesia, en realidad, no soy persona de estar pendiente de la religión, pero la respeto y eso le dije al párroco que era un hombre muy anciano y que de chico había conocido la historia de Natalí y me dijo que él guardaba un cuadro que la familia de la pintora se lo había obsequiado a la iglesia.
Al ver el cuadro mi cuerpo comenzó a temblar de tal manera que el sacerdote me hizo sentar y me trajo un vaso con agua y fue ahí que al ver la pintura ya no me quedaron dudas, soy la reencarnación de Natalí, ni siquiera sé si éramos parientes, pero al mostrarle una fotografía de un cuadro hecho por mí y que suelo fotografiar al terminarlos, el sacerdote se persignó y él también lo supo. El cuadro de Natalí y el mío eran exactamente iguales.
Vuelvo a mi país ya no era necesario volver a soñar para pintar, la mano de aquella muchacha llevaría la mía y entre las dos, quizá podamos lograr un alma más pura y quizá, sólo quizá sea ésta nuestra última reencarnación.

Omenia 8/7/2024