Susana es hija de Nilda. Una mujer, que antes que Susana viniese al mundo, también venía a cantar a la casa de Don Argentino.
Cantaba una cierta y determinada cantidad de canciones, cobraba un dinero, y se mandaba mudar.
Argentino la recibía en el mismo domicilio pero en una casa antigua, de material, que está pegada a la prefabricada de estilo Americano. Donde en un local que está al frente tiene la instalada la gestoría. Gestoría que realiza distintos trámites. Principalmente transferencias del automotor, habilitación de comercios.
En el Poniente
El sol rojo. En mis ojos
El atardecer.
Susana viene marchando rumbo a la primera sesión de música. Camina a duras penas esquivando charcos.
Por concejo de su madre, ayudada, solamente, de un piloto, botas, y un paraguas plegable de dudosísima calidad. Paraguas que en el trayecto, ya van varias veces que se ha dado vuelta, literalmente, quedando embolsando agua. Con todo es un capital enorme poder contar con algo de abrigo en una situación de crudo invierno.
-Para poder callar, y contener las emociones, deberás apretar las tabas.
Le dice Tábata, al oído,
mientras ve a la muchacha llegar.
-En situaciones de catástrofe, el miedo se debe convertir en prudencia, de andar a tientas entre las vicisitudes.
En la plaza
El viento se desliza
Por los toboganes.
Por el sendero que conduce a la prefabricada el agua casi supera la caña de las botas. De abajo hacia arriba por poco cubre la tercera parte de las bellas hortensias. Hay olas del tamaño de pliegos en un mantel de seda. |