He planteado en el texto El teórico formal y el creador activo (https://www.loscuentos.net/cuentos/link/618/618994/) mi concepción en torno a la utilidad de la crítica del esteta y del crítico teórico formal. Como ya expresé en él, el esteta y el crítico formal se encuentran totalmente alejados de dos aspectos fundamentales para la creación literaria; dos aspectos de los que el creador literario no puede en cambio apartarse y por lo que de poco le sirven la aportación del esteta y del crítico teórico formal. El primero es el contenido humano universal del tema; el segundo, los conceptos no reducidos a meras fórmulas.
Leo un texto de la forera María Omenia Ferreras dos Santos (ome) titulado Cosas de la vida (https://www.loscuentos.net/cuentos/link/619/619064/)
No me gusta su prosa. Me parece descuidada sintácticamente. Me siento confundido por ello. Le exijo en mi interior a la compañera que me regale una prosa menos abrupta, más "sonora" a mi paladar. Encuentro pocas metáforas y las que encuentro me parecen "trilladas", simples o desacertadas. Me siento gratificado, premiado, por una especie de sentimiento de superioridad artística. No seré un diletante. Yo aspiro a más. Respiro aliviado. Soy el conquistador del verbo y del sustantivo preciso; del adjetivo sorprendente en su relación con el sustantivo; de la estructura sintáctica con oraciones subordinadas que fluye sin sobresaltos, con los planos subordinados claros y resueltos; de la comparación y de la metáfora difícil no antes usada. Me considero el dominador de mis palabras. La compañera está lejos de mis aptitudes.
Pero esta soberbia mía, estos aires, esta pretensión persigue una bonita cáscara, pero ¿una bonita cáscara de qué?
Me veo de nuevo a mí mismo y me descubro pudriéndome. Me estoy volviendo a perder. Vuelvo a militar ahí donde escapa la vida; ahí, donde la lucha, el amor, la desesperación, la superación, el perdón, no habitan. Vuelvo a esa tumba que me aterroriza y en la que confraternan recelosos el esteta y el crítico teórico formal. Vuelvo a leer el texto de Omenia, lo pienso desde lo humano y encuentro todo, todo lo que necesito. Encuentro el contenido humano universal, pero a flor de piel, a fuego, compacto y dolorosamente duro. No conozco personalmente a la compañera, pero me pregunto ¿Qué vida se requiere tener para saber elegir y expresar como hace ella los contenidos humanos universales así, con esa fuerza, con esa determinación, con esa sencillez, con esa falta absoluta de presunción, de vanidad, con tanta verdad concreta? ¿Por qué ella puede y yo no? ¿Por qué está ella más cerca que yo en sus relatos de mis amados Chéjov, Joyce o Munro? ¿Alcanzaré algún día esa sensibilidad no solo para emocionar al que me quiera leer sino principalmente para poder caminar entre los hombres y conmigo mismo con verdad y sin miedos? ¿Será esa conquista lo que me será dado plasmar en el futuro en mis escritos? ¿Me asistirá la pericia estética que atesoro ahora para que mis palabras hagan su secundario trabajo, para que se asome en ellas la verdad concreta, para que sean sus portadoras efectivas?
Estas preguntas resuenan en mí porque estoy en transición, lo sé. Quiero acercarme al prototipo que representa la compañera, el prototipo de artista que busca principalmente la verdad en la vida para volcarla en lo que escribe, y quiero alejarme del que representan otros en el foro, el prototipo del esteta o del critico teórico formal, incapaces de ayudarme a escribir apuntando hacia algún contenido humano universal.
Y algo debo hacer para intensificar ese movimiento transitorio: Perseguir lo más difícil; perseguir, como Omenia y los escritores apegados a la vida, la belleza en el Contenido antes que en la Forma.
David Galán Parro
7 de julio de 2024 |