"Verás, amor mío, tú no tienes que hacer nada. Solo échate en la cama, una cama con sábanas blancas, limpias y cálidas. Echate con la espalda desnuda y boca abajo. Apoya la cabeza en tus brazos, cierra los ojos y no permitas que ningún pensamiento distraiga tu atención".
Así lo he de hacer tesoro, he de tenderme sobre la cama sembrada de sábanas blancas, desnuda esperaré mientras el corazón galopa, inquieto, que llegues a mí. Mientras, apoyaré la cabeza entre mis brazos; pero no me pidas amor que cesen mis pensamientos, no me pidas que sólo espere tu venida cual una estatua, porque no podré.
"Yo, amor, me sentaré al borde de tu cama y miraré tu cabello, tu cuello y tu espalda sin hacer ningún ruido, y con una mano, con una sola mano, acariciaré tus cabellos dulcemente. Despacito".
Yo, sentiré tu presencia antes de tu venida. La sentiré aunque no hagas ruido alguno, en cada poro de mi piel, con cada respiración, en cada vena que me surca como río de vida. Más tarde sentiré el ala de un ángel acariciando mis cabellos con dulzura extrema y entonces, me derretiré.
Despacito.
"Pasaré la palma de mi mano por tu cuello, y apartando el cabello que cubre tu nuca, acercaré a ella mis labios y la besaré acariciándola con ternura.
Dibujaré caminos en tu espalda con las yemas de mis dedos y te diré: duérmete amor mío, que yo cuidaré tu descanso.
Y con las palmas de las manos, amor, dejaré mi calor en tu espalda hasta que te quedes dormida, con una dulzura tan grande, que mis mimos serán tus sueños".
Y una vez así, derretida, percibiré tu amor en un beso impalpable, mientras mi espalda se cubre de figuras tan invisibles como frágiles y sentiré inaudible, a ésa tu voz, que me brinda la seguridad que necesito. Y se irán tejiendo mis sueños, con delicias imaginarias y cálidos mimos tan sutiles como ellos; así quedaré dormida mi amor,entre tus brazos, porque eres mi dueño.
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