Edmundo Rojas Riquelme empezó a corregir el manuscrito de JC; en las tres primeras páginas desbarató lo que con tanto cuidado construyó el autor. Al llegar a la página cuarta vio que en esa página y en las tres siguientes no había ni un solo signo de puntuación y los colocó según él manual asqueroso que siempre llevaba consigo. Haciendo alarde de su dominio de la gramática quitó palabras y puso las que a él le parecían. Después de un mes entregó el archivo al director de la editorial. Este, a su vez, lo remitió al encargado de editarlo. El tiraje fue de diez mil ejemplares. El proceso de reproducción duró quince días. Apenas se terminó de imprimir, el director llamó a JC para informarle que el trabajo ya estaba listo.
JC, antes de cancelar el cincuenta por ciento del valor convenido, pidió que le mandarán un ejemplar a su casa. Ese mismo día se lo mandaron. JC empezó a leer el libro, por la expresión de su cara, no estaba satisfecho. Al llegar a las páginas no puntuadas, se enfureció tanto que tiró el libro al tacho de la basura. Enseguida llamó al director de la editorial y le dijo que la corrección del libro era un desastre. El director le contestó que eso no podía ser, pues Edmundo Rojas Riquelme es el mejor corrector del mundo. Acordaron un encuentro para el día siguiente. JC llegó a la hora indicada y el director lo recibió con amabilidad. Luego de tomarse un café entraron al punto de discordia. JC dijo que la corrección era desastrosa y que no iba a pagar el saldo pendiente y que exigiría la devolución del cincuenta por ciento. Al director no le gustó nada la petición de JC. Enseguida mandó a llamar a Edmundo para que resolviera el problema. Edmundo llegó con el ego más inflado que de costumbre. JC casi le pega, menos mal el director lo detuvo. El director no estaba dispuesto a devolver ni un peso pues el libro ya estaba editado.
Habló con Edmundo en una oficina diferente a la que estaban antes, sin temblarle la voz le dijo:
-Quedas despedido por no hacer bien la corrección.
Edmundo se puso a llorar, pues tenía muchas deudas, sin trabajo no podría pagarlas. Pidió otra oportunidad en lo que fuera. El director le pasó un balde, la escoba y un trapeador, le dio tres palmaditas en la espalda y le dijo:
-Ponte a barrer y a trapear.
Edmundo agachó la cabeza y empezó a barrer y luego trapeó todo. JC era el autor de Rayuela, la obra más importante de Julio Cortázar.