Lamento mucho que me sé amarrar los zapatos y lo aprendí tan pronto que ya jamás lo olvido. Las tareas, las más bellas, son dolorosas para este viejo que aprendió a amarrarse y olvidó ser niño. Es mucho el tiempo en mi zapato como es tanto nudo el de mis años; a veces un niño se me queda mirando pisadas de un anciano que confundió el camino. Nota: CREÍ QUE NO PODRÍA ESCRIBIR COSAS TAN CORTAS.
Texto agregado el 12-10-2004, y leído por 272 visitantes. (7 votos)