Codicia
Nunca se había sentido tan afortunada como ese día. Dedicaba su vida a viajar en busca de la energía de los corazones de cada ser viviente. Lo que incrementaba su poder y sus ansias de cumplir su mayor codicia, el conquistar el universo. Ella misma se decía y les decía a sus súbditos: Todo será mío, todo este universo, cada una de sus formas de vida. No me importa lo que deba enfrentar.
Un día, Codicia recorría como de costumbre el océano de astros e infinita oscuridad, se vio envuelta en un gran resplandor dorado que ni el mismo sol le había provocado jamás. Sus lacayos se tuvieron que detener, mientras que ese resplandor dorado, se transformaba en blancura sofocante. Codicia, en vez de escapar, se enfrentó orgullosamente, señalando a sus súbditos, que esto no era nada para ella. Traspasó el horizonte de luz enceguecido, cuando, sin darse cuenta, se vio flotando en lo rojo de una neblina espesa. Luego quedó exhausta y siempre silenciosa cuando observó en un pequeño hueco de luz, entre sus pies, la lejanía de un enorme terreno de tierra negra y húmeda. Se acercó lentamente hacia la pequeña visibilidad y la inmensidad de un nuevo mundo le abrió las puertas.
En la enorme superficie negra se observaba diversos seres vivientes. Todos repartidos, algunos solos y otros en grupos, y en diferentes zonas del terreno. Unos corrían desnudos dispersamente y en diferentes direcciones. Otros se revolcaban sobre la tierra húmeda para refrescar sus cuerpos. Algunos recostados solos, durmiendo bajo la sombra de algún árbol blanco. Otros cogían de algunos árboles sus frutos para luego comerlos o llevarlos a los más pequeños, que jugaban en la inmensidad de sus tierras. Un gran río amarillo cortaba el terreno negro en dos mitades y en él algunos entes nadaban y bebían de su agua dorada. Codicia se daba cuenta que estos seres disfrutaban de su pequeño planeta.
Codicia observaba detenidamente la diversidad de lo que estaba ocurriendo en ese mismo instante, y al fin pensó: “seres libres”. Solo podía pensar eso, en su nuevo hallazgo, el cual era muy significativo para cumplir su codicioso objetivo.
Centrando su mirada en la diversidad de estos seres comprendió que el fuerte resplandor dorado que reflejaba aquel pequeño planeta era producto de los corazones libres que en él habitaban.
Entonces, todavía impactada por lo que tenía enfrente de sus ojos, sabía que para dominar el universo entero tenía que tener un gran poder. Y qué mejor poder que el de un corazón libre o, mejor aún, el de miles de corazones libres. El corazón de todos aquellos seres le bastaba para cumplir su deseo. Sería suficientemente poderosa para tener bajo su dominio cualquier galaxia. Es por eso que pensó que aquel había sido el mejor día de su vida.
Mientras todo este sucedía, sus súbditos, decidieron penetrar rápidamente el haz de luz al ver que su ama no regresaba. Se aturdieron con tanta inmensidad desconocida, y, tras un momento pudieron ver a su ama, algo asustados, le preguntaron a su ama qué pensaba hacer. Codicia no se había percatado de la presencia de sus lacayos, y sonría y reía, como hace mucho no lo hacía. Sus lacayos lo comprendieron enseguida y se echaron a reír. Ahora el cielo estaba cubierto de carcajadas y risas torturantes.
Codicia pensó que sería difícil tomar el corazón de los humanos sin que se resistieran. Entonces decidió colocarle a cada uno de ellos toda clase de tentaciones enfrente, para poder absorber la energía de sus corazones y dejarlos vacíos. Mientras tanto, sus lacayos no hacían nada solo observaban atentamente sus nuevos actos, sin entender al comienzo qué es lo que quería realizar específicamente.
Codicia se acercó a cada ente, pero sin llegar a la superficie para no ser visto, y haciendo un movimiento brusco con el cuerpo, hizo aparecer todo tipo de deseos y placeres, los cuales le habían permitido absorber la energía de los corazones en las diversas galaxias en que había estado.
En ese momento, siguiendo las órdenes de su ama formaron un perfecto y enorme cuadrado con sus cuerpos, que flotaban en el aire a kilómetros de la superficie. ¡Todo un espectáculo aéreo! Los ayudantes ya estaban organizados y Codicia comenzó a inhalar con potencia el aire de su nuevo planeta, retuvo es gran cantidad de aire, y luego, vomitó un haz de luz negro que penetró en el centro del cuadrado de sus bestias como un rayo furioso, y hasta se perdió al traspasar las nubes rojas del cielo. El cuadrado de sus súbditos comenzó a girar velozmente alrededor del haz de luz, produciendo un fuerte ruido ventoso. Este fuerte ruido ventoso, llega a tanta potencia, que sus ondas sonoras empujaron fuertemente dispersándolos. Éstos se detuvieron con esfuerzo antes de chocar a su ama, y otros a la superficie.
Codicia observaba, como ahora estos seres agitaban su cuerpo excitadamente, perjudicándole la comunicación con su entorno. Ella observaba ansiosa el nuevo y hermoso planeta que ahora se había transformado en un mundo oscuro. Sabía, que las tentaciones iban a ser aceptadas y consumidas por todos los seres.
Y así fue, todos los seres vivientes se prendieron instantáneamente de los hermosos regalos que aparecieron de la nada, ignorando cómo y de dónde habían salido. Nunca habían visto cosa semejante. Estaban embobados por todo lo que acababa de ocurrir. Habían cambiado totalmente sus vidas, de disfrutar de sus tierras húmedas, los árboles blancos y las aguas doradas por una nueva de ruido, orgía y placer. Sentían que, ante semejante milagro, en su nueva vida jamás existirían problemas que les dificultarían la existencia. Había todo para todos. Se sentían los más felices del universo. Ya no les importaba nada más que lo que estaban viviendo en ese instante de felicidad, que ojalá nunca terminase. De esta manera Codicia y sus súbditos, mantenía ocupados a estos seres, sin que nunca los descubrieran ni a ellos, ni a sus malas intenciones.
Sus súbditos le decían: ¡Eres asombrosa ama!, ¡que excelente táctica ama! Entonces Codicia les dijo “¿Qué esperan bestias? Ahora nos toca disfrutar a nosotros”. No dejaban de reír los pequeños monstruos rojizos “Ustedes serán más poderosos que cualquier vida de este Universo. Ya lo verán.” Continuó Codicia, y echó una carcajada fuerte y acentuada que acabó rápidamente.
Entonces rápidamente, y con una sonrisa en su rostro, los monstruos fueron a realizar el trabajo. Se colocaron detrás de cada ser viviente y clavaron sus cuernos derechos en la zona superior izquierda de cada espalda. Pero con cuidado. Si lo hacían demasiado fuerte el dolor sería más grande que la distracción de estos entes, y de tal manera desvelarían a los demonios. Por eso la cacería de corazones no era nada fácil, y más la de corazones libres. Se requiere de largos años de trabajo, incrustando poco a poco el cuerno del demonio hasta algún día lograr llegar al corazón. Por eso los monstruos rojizos debían siempre cuidar a su víctima de que no muera antes de obtener su corazón. Todo marchaba muy bien hasta entonces. Codicia, por tanto, prefirió descansar y observar que todo marchara correctamente.
Luego de varios años de trabajo, sus súbditos, hartos de tanto trabajar, algunos ya no aguantaban y clavaban con mucha más fuerza que como lo venían haciendo habitualmente, debido a que, en caso contrario, se haría eterna la captura del corazón. Y es cuando inesperadamente estos seres sentían una puntada dolorosa en la espalda, viéndose obligados a reaccionar impulsivos con un fuerte y horroroso grito de dolor, soltando por un instante las deliciosas tentaciones que hasta ahora venían consumiendo con gran destreza. Tal vez no era la primera vez que se les presentaba esta puñalada en la espalda. Pero, siempre se habían ocupado de lo de enfrente, sin importarle de dónde provenía aquel dolor. Tal vez por temor a descubrir alguna verdad horrorosa. De tal manera, los entes podían continuar con su vida de placeres sin detenerla con el mayor problema. Era lo que Codicia esperaba que realizaran en tales situaciones conflictivas. Su estrategia era completa y audaz. Tenía todo pensado. Y cada vez que los años iban pasando, los monstruos rojizos capturaban la energía de los corazones.
En algunos casos, el dolor era demasiado intenso y ya ninguna tentación lo superaba. Era entonces cuando este ser vivo desesperaba a sollozos y emitía gritos extravagantes, como si de esta manera pudiera lograr calmar su dolor, los cuales ya no podía hacer nada más que eso, dado que sus mentes estaban aturdidas. Todo esto era de beneficio para los monstruos y su ama que no esperaban otra cosa que mantener a sus víctimas más inofensivas para lograr robarles su corazón sin molestia alguna.
La hermosa tierra húmeda oscura había comenzado a pudrirse debido a la cantidad de desechos tóxicos que los humanos largaron en el transcurso de este período. Los árboles blancos y resplandecientes comenzaron a sangrar por sí solos, tal vez por no aguantar el escándalo del ruido. El río amarillo dorado comenzó a oscurecerse y a evaporarse emanando un gas fuerte y nocivo. El pequeño planeta comenzó a cambiar sus rasgos, a oscurecer su clima. Se empezaron a separar los terrenos dejando un líquido negro y estancado entre medio. El aire ya no era fresco, sino que espeso y relleno de un polvo gris caliente, empujado por el soplido fuerte del viento desesperado. Todo esto llamó mucho la atención de Codicia, que no imaginaba tales cambios en su planeta. Pero sin importarle siguió ordenando a los monstruos rojos que continúen con su trabajo, quienes estaban un poco más perjudicados debido a las nuevas dificultades ambientales.
Los monstruos rojos también gozaban cada vez más de las tentaciones que Codicia había colocado. Pero esto no les dificultaba su trabajo, todo lo contrario, les permitía tener más energía y no aburrirse tanto en su clavar y clavar. Aparte, les permitía también poder soportar más fácilmente las dificultades ambientales, que cada vez se iban tornado más difíciles, como el polvo caliente del aire que se pegaba en el cuerpo produciendo quemaduras y ampollas en la piel. Por estas razones, Codicia les permitía a sus súbditos que gocen también de sus tentaciones, ya que ella misma lo había comenzado a hacer. Codicia y sus monstruos no sufrían tanto los conflictos ambientales. Estaban acostumbrados al calor, las quemadoras y los olores repugnantes. En cambio, los seres de ese planeta lo sufrían mucho más. Por eso, Codicia se encargó de multiplicar los deseos y tentaciones. Y no solo de eso, sino también de mejorarlas para que estos seres vivientes no se desesperen con tantas problemáticas ambientales y con el dolor interno de sus espaldas.
Un día, Codicia se sorprendió al ver que un ente de ese planeta vio al monstruo rojizo detrás suyo, pero no hizo nada por combatirlo. Ni siquiera se resistió. Todo lo contrario, se sumergió más en sus placeres y dejó que le sigan clavando el cuerno, pero tratando de olvidar lo que ocurría. “Que idiota” reía secamente Codicia, al ver la reacción del pobre ser; pero de pronto, guardo silencio súbitamente, algo extraño empezó a ocurrir en su mente, empezó a tener la tener la horrorosa imaginación de que alguno de estos seres vivientes fuese suficientemente valiente se deshiciera de las tentaciones y lograse enfrentar al monstruo rojizo que le quitaba su corazón, produciendo una revelación al despertar a las demás víctimas. Ella se decía: Uno sólo que despierte podría acabar con mi largo trabajo.
Por primera vez en su vida, sintió miedo. Se sintió invadida por horribles pensamientos, pero se consoló recordando que aquel ser aún vivo, no había tenido el valor suficiente para enfrentar a su súbdito. Era imposible que ocurriera una cosa así. Estos entes ya estaban demasiado entregados a sus vicios y, muchos, ya enfermos y debilitados. Sólo los más jóvenes estaban en mejores condiciones biológicas, pero en el mismo camino que los más viejos, tarde o temprano iban a terminar por enfermar también. Pero nunca se sabe, quién dice que alguno de estos no sea lo bastante valiente como para enfrentarse a sus deseos y no seguir el camino de los demás. De esta manera lograría tener fuerza suficiente y valor, y sabiduría, para poder vencer al monstruo de su espalda y, tal vez, lograr también salvar los corazones de sus compañeros. Igualmente, era un caso complejo, de hecho, Codicia volvió a tranquilizarse, al recordar que los más pequeños no conocían otra forma de vida, ni siquiera eran conscientes de la libertad que en aquel planeta antes se gozaba. No imaginaban la existencia de otras cosas en un mundo en que todo era diversión y distracción pero que cada vez se iba tornando más conflictivo.
¿Qué pasará entonces Codicia? ¿Lograrán obtener los corazones que tanto desean? ¿Podrá Codicia dominar el espacio infinito? ¿O antes de lograrlo se producirá una rebelión? ¿O tal vez el mismo planeta algún día arrasará con todo?
Codicia sabe lo que estará por ocurrir en aquel horroroso mundo. Sólo Codicia sabe que su codicia puede jugarle en contra.
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