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UN CARTERO FELIZ

Me encanta mi trabajo de cartero porque puedo conocer muchos lugares, trabar conversación con mucha gente, y así me voy enterando de tantas historias que en el futuro pienso dedicarme a escribir una novela, pero cuando me toca alejarme del poblado tiemblo porque suele sucederme que el GPS no funciona en zonas alejadas y suelo perderme y vivir momentos de gran tensión.

Sin ir más lejos el otro día salí a repartir la correspondencia justamente a una zona montañosa y empinada. Iba concentrado en el camino, que de tan sinuoso, no dejaba adivinar si por una de esas casualidades pudiera venir alguien en la dirección contraria. Pero... ¡Para qué lo habré pensado! A una vuelta del camino, justo donde se angostaba más, venía una camioneta bastante baqueteada que arrastraba una pesada casilla rodante. Alcancé a frenar cuando casi lo tenía encima, pero en el impulso mi auto viró 45º y quedando a escasos centímetros del precipicio.
De la casilla empezaron a bajar como ocho o diez ocupantes que me hacían gestos de desagrado y me amenazaban con los puños levantados, y algunos me hacían señales obscenas.

Yo había leído en una revista un artículo sobre la forma de atravesar situaciones difíciles, pero en todos los casos la cuestión se resolvería no perdiendo la calma... ¿Pero por qué no se irán a aconsejar a su abuela...! ¿Quién puede no perder la calma con semejantes desubicados divirtiéndose de la situación
Esto se prolongó durante bastante rato y yo ya había perdido los estribos y empecé a contestarles también, primero de buenos modos, pero más tarde, al no conseguir entendernos para buscar una salida, empecé a insultarlos con todas mis fuerzas.

Los insultos iban y venían, y no parecía vislumbrarse una salida. De repente me sucedió algo que me suele pasar en situaciones límite, y comencé a reírme sin parar, ante la mirada atónita de los ocupantes, quienes a su vez se tentaron también y nos reímos tanto todos que los ánimos se apaciguaron.

Por fin, el chofer del otro vehículo se bajó y me fue orientando para enderezar mi vehículo y así poder retroceder hasta llegar a una parte donde el camino se ensanchaba.
Respiré aliviado y saludé con la mano a todos los ocupantes de la casilla, que siguió su camino. Yo me acordé de la madre de todos ellos e hice lo mismo.
Todavía me esperaban unas cuantas situaciones difíciles, pero otra vuelta se las contaré.

Texto agregado el 16-06-2024, y leído por 118 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
18-06-2024 ¡Qué texto tan coherente! Algunos podrían decir que los carteros no descubren lugares nuevos cada día, sino que siguen la misma ruta durante años. eRRe
18-06-2024 Sin embargo, es evidente que tu relato pertenece al realismo mágico, donde los carteros exploran zonas utópicas diariamente. Has llevado esta narración de manera magistral, digna de causar envidia incluso a la mismísima Ángela Carter. Sin duda, mantienes una mente lúcida y eres perfeccionista en los detalles, pues has dejado este cuento PER FEC TO. ¡No encuentro ni siquiera errores de dedo! ¡Magistral! eRRe
17-06-2024 Nada mejor que ejecutar un trabajo que nos hace feliz, porque entonces no es trabajo. La risa es un buen remedio. buena prosa amiga, lo leí con satisfacción. Abrazo. sendero
 
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