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Mi amigo G tiene dos superpoderes: hacer asado usando un hierro de ocho y marcar lunares en la piel. No se entiende cómo es lo del asado: suponemos que canaliza alguna clase de magia. Cuando digo suponemos es por S y por mí que somos los únicos que sabemos: además de sus poderes también son sus misterios. Con los lunares es más fácil: hierro al rojo, piel, así. En realidad, lo de los lunares lo sé yo nomás: lo hace conmigo. Él me dice: dos puntos, sonríe y marca solo dos veces: para que nunca se termine. El tema con S es que necesita corroborar los milagros, entonces cuando G se va para el fondo lo sigue a cierta distancia aunque todavía no descubre el efecto: siempre hay algo que lo frena: un choque de pared, una cerradura que se traba, un porrazo. G se va para el fondo con el hierro y vuelve con un pollo crujiente o un vacío jugoso —a veces los dos, depende de la de época del mes—. Mientras S se distrae con la carne, viene y me pone los lunares: me marca con la punta del hierro hasta que la piel hace ruido y se lleva el índice a los labios: es nuestro secreto: amo los lunares. Como S y yo no podemos explicar lo del asado resuelvo el problema creyéndole: le creo a G como les creo a todos mis amigos: esa es mi debilidad junto con el invierno: a mí las heladas me quiebran: en las mañanas me despierto sin saber cómo vivo o qué hace el aire para traspasarme las astillas. S en cambio añora los días blancos y cristalinos de la niñez donde los charcos eran ruidosos por la escarcha, así que necesita constatar para no seguir perdiendo. A G tampoco le gusta el frío, me parece que por eso nos encontramos y por la soledad de los signos. A veces le pido que venga para este lado y prenda fuego el mundo para ver si entro en calor, pero se niega: los superhéroes no están para esas cosas. Por ahí cuando era pirómano: ahora debe guardar las apariencias: como yo no tengo nada extraño no entiendo ese universo. Algunas noches nos quedamos hablando con S de cómo sería vivir con algo así: capaces de saltar por los techos o de llegar a las panaderías antes de que se acabe la galleta. Sin que me vea también me acaricio los lunares. S tampoco tuvo suerte: salió normal, entonces —para mí que un poco por bronca— sigue a G: en el fondo lo que busca es un pasaje hacia la escarcha. Una vuelta aprovechó que no estaba y se puso a inspeccionar los tapiales; otra le sacó conversación a ver si se pisaba, le dijo: che, G, vos no sabés de alguno que haga pedidos por aire. Pero G a todo le suele decir que no: no entiende de esas cosas. Y tampoco le importa que S y yo seamos comunes: nos quiere lo mismo por más que nunca lo diga. Se nota en la porción de carne que le sirve a S o en la manera de puntearme el brazo cuando arranca julio.
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Texto agregado el 12-06-2024, y leído por 348
visitantes. (7 votos)
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Lectores Opinan |
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19-06-2024 |
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Siempre he pensado que tus textos muestran mundos diferentes en su forma y fondo y eso los hace tan atractivos y mágicos .
A uno la la envuelven de tal manera que al llegar al final deseas más de toda esa historia.
Me encantó *****
Un fuerte abrazo
Victoria 6236013 |
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14-06-2024 |
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—Cuando la imaginación se transforma en realidad, esta nos muestra lo complaciente que es G contigo y con S, puesto que al él lo agasaja con pollo o vacío asados y a ti además con lunares que le dan realce a tu piel. —Abrazos, vicenterreramarquez |
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14-06-2024 |
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Un texto muy interesante, que te va contando cosas que parecen muy cotidianas, pero que rayan en lo mágico, cuando menos lo de la carne. La curiosidad va creciendo mientras hablas de G, de S, y de quien narra. Muy bueno, amiga. maparo55 |
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14-06-2024 |
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Una cofradía de tres, dos interrelacionando con G. En una brevedad consigues hablarnos de los tres por las cosas que hacen. Excelente querida amiga. sendero |
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14-06-2024 |
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Siempre entre dos mundos vos, el de los fantasmas y el de los vivos, el del creer y el de comprobar, el frío y el calor, los normales y los otros (obvio) que parece que no se van a tocar nunca y sin embargo están ahí juntos. Eso es romántico para mi gusto (que no pelotudo, se entiende). Igual sabés que a vos hay que leerte varias cosas para entender cómo viene la mano acá y en algún otro, lo normal, bah. guy |
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