No he dormido bien. Hoy me he tenido que parar muy temprano para asistir a un laboratorio médico y realizarme unos estudios. Desde hace un par de semanas me duele el dedo gordo de un pie y no sé muy bien la razón. No me he golpeado, ni machucado ni pisado mal ni nada; sin embargo, el dolor es fuerte y el médico quiere descartar una posible fractura y un elevado nivel de ácido úrico.
Luego de pagar me llaman casi de inmediato para la toma de la radiografía. Una señorita muy amable me pregunta el motivo del estudio y me dice que descalce mi pie izquierdo que es el que me duele. Me recuesto en la plancha de la toma y me indica la forma en que debo colocar mi patita. Entra una compañera suya y se ponen a chismear unos momentos mientras yo espero, La toma es rapidísima. Me pongo calcetín y tenis y voy al área de las tomas de muestras de sangre. Espero a que me llamen. No me llaman, quizás lo hicieron ya en lo que estaba en la toma de la rediografía. Sigo esperando. No me llaman, así que pregunto.
-No se preocupe – me dice otra señorita – si estaba en otra área, ahorita lo llaman. Tome asiento por favor.
Espero cinco, diez minutos y no me llaman, personas que han llegado mucho después que yo son llamados por los sacasangre mientras sigo aguardando. Nombran y nombran personas, pero a mí, no. Vuelvo a preguntar y me dicen de nuevo que espere, que no tardan en llamarme. Son ya quince minutos de espera y nada. Me estoy desesperando, poniéndome un poco de mal humor. Sale otra muchacha del área de toma de muestras de sangre y me apresuro a comentarle.
-Tengo ya casi veinte minutos de espera y no me llaman. Estaba yo en otra área y tal vez en ese lapso de tiempo me llamaron.
Se conduele de mí y dice que pase.
Me encuentro inquieto y algo nervioso.
-Destápese el brazo izquierdo. Le voy a presionar con esto. Un piquete, si le duele me dice.
Encaja la aguja y yo cierro los ojos. La señorita sacasangre hurga un poco para encontrar la vena hasta que la encuentra. Llena dos tubitos. Cierro los ojos. Al final, me pone un curita redondo y pequeño para cubrir el piquete.
Salgo ligeramente estresado. Mis resultados estarán hasta el día siguiente.
Ya estoy en la calle y camino muy despacio porque el dolor del pie me impide hacerlo a velocidad normal. Mientras camino miro algunos locales del lugar y es cuando me gana la risa. No me creo lo que veo, pero lo tengo enfrente de mí: Una funeraria, y asomando por los cristales del frente, tres ataúdes formaditos. Claro, esto no es cosa de burla o risa; pero justo a un lado está una carnicería, que muestra a la entrada un gancho con una pieza de res colgando. Y al otro lado de la funeraria, una verdulería, mostrando sus frutas y verduras. Ahí está todo para la comida; bueno, los muertitos que requieran un servicio, no entran en el menú. Así que en la carnicería puedo pedir un kilito de bistec, chuletas ahumadas, tocino o incluso un buen trozo de chicharrón. Y con dar unos cuantos pasos, comprar jitomate, cebolla, cilantro, aguacate, chiles verdes, lechuga, para preparar una buena ensalada. Y claro, sin olvidar algunas frutas.
Quizás estoy exagerando y los muertitos nunca llegan a la funeraria y su familia solo compra ahí lo necesario para velarlo y enterrarlo.
Me alejo despacio del lugar (por lo del dolor de mi patita) todavía con una sonrisa, pero también sorprendido y algo triste. La vida es como es y así hay que vivirla. Y la vida con todo y todo, con sus cosas buenas y malas, es hermosa.
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