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Inicio / Cuenteros Locales / ValentinoHND / La flauta de la esperanza

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Cierto día, mientras corría por las serranías de la península, la pequeña deidad de los hielos, Oksana, decidió sentarse en la rama de un brioso árbol de manzano que se hallaba plantado a la orilla de un río. Muy alegre, sacó de debajo de sus ropas largas una flauta recubierta de oro, con la que comenzó a tocar una melodía de notas tan altas y tan azules, como el color de sus ojos únicos, que provocó que el bosque y la sierra se congelaran. Así, sucedió que el llano, siempre verde, se volvió marrón y acartonado, las cimas turquesas de las montañas, blancas, y los árboles lampiños echaron barbas de cristal.

A ella parecía no importunarle mucho, ya que, como majestad suprema de las nieves, disfrutaba de su creación friolera. Hasta que se apareció por aquellas tierras un pequeño Domovik, un duende de los bosques, que deambulaba por los campos de trigo con una cesta de paja atiborrada de huevos. Solía buscarlos con ahínco para después atesorarlos en una cueva oscura y húmeda. Ahí, los pintaba aplicándoles un color áurico, y se recostaba para verlos en su sillón favorito hasta que caía maravillado de tanto resplandor. Los admiraba tanto de día como de noche, sin que realmente le sirvieran para algo útil, porque, extasiado como estaba, no podía ni comérselos.

Como el frío era intenso, el Domovik no dejaba de titiritar, y se vio obligado a paralizar su faena, pues se le entumecían los pies y las manos. Se dijo que era injusto que existiera tal crudeza de clima, y, enojado, decidió salir en busca del culpable de tan grande catástrofe y confrontarlo. Siguiendo al punto las notas de la melodía que se agitaba en el viento, dedujo que no tardaría mucho en dar con el responsable. Así fue que, mientras caminaba con tremenda audacia, pronto se encontró con la deidad Oksana, que yacía plácida sobre las ramas del manzano, tocando aún la flauta. Interrumpiéndola, la increpó:

—¡Oye, sí, tú! ¿Dime por qué te has atrevido a congelar todo lo que existe a tu alrededor?

La deidad se percató de su presencia y le echó un vistazo al regordete duende con patas de cabra, panza redonda y sombrero de cebada, sin que pudiera dejar de reír.

—Eres muy gracioso, simpático Domovik —le dijo, alzándose de pies—. ¿De dónde has salido tú?

—¡Pues no soy un cómico, en absoluto! —le respondió éste—. ¡Para ya con la música! ¡Mira! El horizonte está cubierto totalmente de nieve. Solo hay hielo y más nieve. Las plantas no florecen, los arboles no dan fruto, los animales no salen a cazar y las aves no empollan sus huevos.¡Hace mucho frío!

—Insisto en que eres de lo más gracioso —volvió a carcajearse la pequeña deidad, sonsacándole—. Pero, dime, ¿acaso no sabes que es necesario que la tierra descanse, las plantas reposen y los animales hibernen?

Como el Domovik se caracterizaba por ser una criatura enfadosa, y no parecía ser amigo de la paciencia, se sintió insultado. Sacando los huevos de la canasta, se los aventó, uno por uno, como si fueran granadas. Pero la deidad Oksana, muy ágil, los esquivó sin mayor dificultad, tomándolo a juego. Saltaba de rama en rama, a las que partía en dos, mientras se burlaba del encolerizado Domovik. Arrancó muchas manzanas, que utilizó como proyectiles, dándoles un bocado antes de lanzárselas.

La refriega fue corta pero viva, y de pronto el Domovik se detuvo, surgiendo de su mirada pesada un halo de tristeza. En ese preciso momento, se había dado cuenta de que, por culpa de su enojo, había echado a perder su cosecha de huevos.

—¡Jamás los tendré de vuelta! —exclamó contrito, revolcándose en el suelo, en lágrimas.

—¡Tampoco yo a mis manzanas! —replicó Oksana, después de echar una mirada aciaga al árbol.

Efectivamente, de los huevos solo existían cáscaras rotas y del manzano un tronco resquebrajado y vacío en el que no colgaba ningún fruto. Para más inri, los valles, las sierras, los campos de trigo y los animales se hallaban tan congelados que parecían haber caído en el interior de un inmenso bloque de hielo, como si hubiesen sido transportados a una de las simas más frías del Polo Norte. Inconscientemente, Oksana, mientras se enfrentaba al Domovik, había provocado aquel desastre. Se angustió de veras al verlo con sus propios ojos. El llanto del Domovik le perturbó aún más los sentidos. Supo entonces que había hecho mal. Se compadeció, y, bajando del árbol, prometió tomar cartas en el asunto. Y comenzaría por consolar al pequeño duende.

—Lo siento mucho —le susurró—. No he sabido sopesar la gravedad de la situación, ni avistar tu reclamo. Me he dejado llevar por las ganas de verme como una vencedora. Perdóname.

—He sido más necio que tú —le respondió éste—, porque tampoco he sabido cómo comportarme ni cuándo parar. Me doy cuenta de que, mientras llenaba mi cesta con todos los huevos que encontraba en el bosque, no me ha importado nunca siquiera saber que el alto costo de mi avaricia en realidad representaba para mis semejantes un castigo que los dejaba sin la capacidad de poder generar su propio sustento. Con tantos huevos acumulados en mi cueva, podríamos sobrevivir ellos y yo por muchos inviernos, y, sin embargo, se los niego, me los niego, y estoy aquí luchando contigo. Tampoco he sabido detenerme cuando vi que mi cesta se vaciaba al atacarte inútilmente. Soy un necio y un miserable. En mi locura por obtener más beneficios y aventajarte, no he hecho más que arruinar lo que más aprecio. Llevas la razón cuando dices que cada cosa acarrea en sí misma su propio momento.

Frente a frente, ambos se vieron a los ojos, comprendiendo allí mismo que existe algo más allá y más noble que el rencor y la violencia. Sí, existe el perdón y el amor. Se abrazaron. Y lloraron juntos, hasta que el dolor desapareció. La deidad se dijo a sí misma que aquello no volvería a suceder. Se levantó y sacó su flauta. La observó por un largo rato, con aprensión, y pensó en que perfectamente podría compensar algo de lo arruinado si se la ofrecía a su nuevo amigo. Pero esta vez, no sería más un instrumento de estropicio, sino de guía y redención. La hechizó con unas palabras que solo los dioses conocen.

—Ten mi flauta —le dijo después al Domovik—. Cuando la toques, con el aire de sus notas, aparecerá en todo su esplendor la maravillosa Primavera, transformando tus problemas en un conjunto de circunstancias que te brindarán buena suerte y sensatez. Sobre todo, te llenarán de entusiasmo y fe. Ante tus ojos, verás a las plantas florecer, a los campos dar trigo, a los animales correr por los senderos en libertad y a los humanos ser generosos y benévolos. En tus manos, será la flauta de la esperanza, y todo aquel que la escuche rebosará de afecto y promesas.

El Domovik cogió la flauta y la tocó. Claves de sol y corcheas alegres salían de su espíritu. El mundo se descongeló, tornándose más afortunado y dando paso a un nuevo reinado de paz, reparto justo, cariño y sabiduría. Agradecido por el gesto de la pequeña deidad, el Domovik decidió dejar de recoger huevos y abandonó la idea de volverlos a pintar en oro, porque, en realidad, era una tarea que no le reportaba más que deseos impuros de acumular objetos y, sobre todo, de volverse en un ser mezquino y avaricioso. Regalaría su gran colección de huevos para alimentar a los más necesitados. Además, optó por vivir y dormir junto al fuego dorado de los hogares humanos y hacer algunos trabajos de la casa cuando éstos pernoctaran del cansancio. ¡Aquello sí que era un trabajo útil y loable!


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PD: Jajaja, Licenciado Spidernaico Anagrámalico: Tu comentario me dice que mi cuento infantil (es infantil, y a los infantes se les escribe y habla clara, sencilla y correctamente, con peras y manzanas) alcanzó un nivel literario muy arriba del promedio, porque te ha dejado sorprendido. Aunque a mí no se sorprende tu pobreza literaria porque si la tuvieras, sabrías efectivamente de lo que trata este cuento. Tampoco te has dado cuenta de que repito la fraselogía de mis cuentos anteriores, cosa que no quise cambiar porque me dio pereza.

Yo le aconsejo a usted, mi Licenciado Arácnido, que si tiene duda de mi capacidad como cuentista, pase este texto por GPT y después me cuenta si fue hecho por alguna inteligencia artificial.




Texto agregado el 10-06-2024, y leído por 219 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
17-10-2024 Es un excelente cuento, muy ingenioso y como todo relato infantil lleva una hermosa reflexión, para que los niños piensen en una amistad sincera. Los sentimientos del ser humano es lo que hace única a la expresión escrita. Esto es talento humano. Un abrazo. azariel
25-06-2024 Excelente pluma, valentino, ahora entiendo la envidia del enfermo baba_erre. remos
12-06-2024 Buen cuento, Valentino. Dhingy
10-06-2024 Este texto tiene 70% escrito por chatgpt 3.5 y 30% de intervención humana; como para dar esa sensación de que lo escribiste tú. Las IAs no escriben bien, son prolijas en la redacción, pero tienen muy pobre literatura. Ah, mira, como tu texto, casi un 70% de la redacción es buena, y tiene 100% de fingir que es buena literatura. Donde interveniste fue en los diálogos. Ese acento en "este" (entre otras comas) te revela como un señor de unos 60 y tantos años, mínimo. eRRe
 
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