La prudencia de la imprudencia
Si no te es posible agradar a todo el mundo,
atiza el fuego de los inconformes de plantón,
eso tal vez despierte a los dormidos, de plantón.
Anonimo
Cuando las palabras deben ser pronunciadas,
no habiendo ninguna otra opción para el silencio,
en la espera de una precisa declaración superior;
todos los significados se conjuran contra esa voz,
en la impertinente militancia que jamás descansa,
en la necesaria desaforada correcta contrariedad,
el alimento nutritivo para esas insensatas utopías,
sueños alucinados se animan ahora a despertar
y la misma tecla siempre repite su letanía infinita,
en discurso que busca las tres patas de la mesa,
la cuadratura del círculo y la razón de la sinrazón.
Pero cuando esas palabras deben ser dichas,
premisa obligada es saber no agradar a todos,
esperar más ataques que palmas en la espalda;
la verdad acostumbra a tener muy pocos amigos,
la sinceridad se convierte ahora en la distorsión,
el feroz resentimiento de un rebelde deslenguado
objetor del mundo que se no puede estar callado,
aún sabiendo que el silencio es el mal necesario,
prudente dejar el mundo en puntos suspensivos
y que la imprudencia es ahora lo más prudente.
JIJCL, 9 de junio de 2024.
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