Consciencia de todo
universal,
carácter forjado en tinieblas que no pueden avanzar.
Derecho al todo,
a la supervivencia y la rigidez.
Derecho al cielo,
a la salvación de la angustia,
derecho a lo prometido.
Que todo sea eterno,
que las flores nunca mueran,
que mi cuerpo se transforme en una estatua
infinita
adorada.
Cumplir todas las metas,
llegar a todos los estándares
saberme satisfecho
no incorrecto
soberano
adaptado.
Pero no.
Mis pasos proyectan un perfil
que algún día se fusionará en el ocaso.
Mi mente es un movimiento que trasciende
mis pasos
e irá a parar
a un lugar infinito
donde se hallan todos
en conjunto,
en un canto compartido.
La historia se acaba y el chance
de hacer una digna historia
recae en la fuerza de vida
que me entrega la muerte
en la posibilidad de que,
en la entrega más amplia,
yerro y equivoco el paso
me sumerjo en la angustia del compromiso
para abrir el corazón silente
a los cantos de águila
y a otros ojos que me enfrentan
y dicen:
"El territorio late fuerte aquí;
y tu vida bien vivida
es canto de alma,
de fuerza y coraje.
Empina un soplo humilde,
un regalo vital
para los que aquí quedamos."
Así, me arrojo presto al manantial de lo que danza,
cual discípulo del viento y la memoria
y rompo a reír en gritos,
en abrazo y sudor y noche en descanso,
corazón latiendo.
Vida que se me escapa de las manos
en digno trayecto hacia la muerte.
Acogida final de saber que hice un tiempo.
Que hice regalo para los árboles.
Un himno de luna.
Un gozo en fiesta.
Puerta abierta hacia lo que,
de tan enorme
aún no se manifiesta. |