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JORGE

Invité a Nacho a casa, hace mucho no invitaba a nadie, y hace mucho no salgo de casa.

NACHO

Llegué a la casa de Jorge, hacía unos meses que no lo veía. Cada vez sale menos de su casa, tuve que insistirle bastante para que nos veamos, y solo accedió con la condición de que el lugar de encuentro sea su casa.

JORGE

Hace unos días encontré el juego perfecto para jugar con Nacho, es uno de zombis, la compu todavía me funciona bastante bien, es mi único orgullo. El mismo juego, pero una versión más vieja, habíamos jugado muchas veces con Nacho.

NACHO

No me interesan mucho los juegos de computadora, yo simplemente quería encontrarme con mi amigo. Llevé una pizza para calentar en el horno, y un pack de seis latas de cerveza. Cuando entré a su casa, guardé las cervezas en la heladera, le ofrecí una, pero me dijo que más tarde, me agarré una para mí. La pizza quedó sobre la mesa, todavía no había tanta hambre.

Fuimos a la pieza y nos pusimos a jugar a un juego muy bueno, que había mejorado bastante con respecto a sus anteriores versiones. Aunque admito, prefiero jugar a juegos más viejos, sobre todo a los que jugaba cuando era un adolescente, hace unos quince años.

El tiempo pasa volando y hubo una pausa después de que un zombi nos comiera vivos. Aprovechamos ese momento para poner la pizza en el horno, yo agarré otra lata de cerveza para mí, la primera ya estaba liquidada, y le llevé una a Jorge. Dudó bastante en tomar, pero se decidió.

Pasé al baño, noté que una canilla perdía, faltaba hacer una limpieza. Y una araña se encontraba en un rincón a la altura de mi cabeza, me la quedé mirando, y se me ocurrió que quizás era la hora de hablar seriamente con Jorge, sobre su dejadez.

Cuando volví a la pieza recordé que estaba la pizza en el horno, primero debíamos comer.

JORGE

Pizza, cerveza, amigos y el mejor juego de computadora en mucho tiempo, todo estaba saliendo mejor imposible.

NACHO

Una vez que liquidamos la pizza, noté que Jorge no había tocado su lata de cerveza, todavía estaba cerrada. Le pregunté si iba a tomar, me miró medio raro, pero la abrió y a los diez minutos ya no quedaba nada, y él mismo estaba yendo a buscar más.

JORGE

Seguimos jugando durante un buen rato, hasta que nos cansamos. Y entonces llegó el momento incómodo de la noche. Pusimos música tranquila, y seguimos tomando las latas de cerveza que había traído Nacho.

Me sentí expuesto e interrogado por él, cuando descubrió que recientemente había tenido algunos problemitas con el alcohol, pero lo convencí de que no era nada grave.

NACHO

Mi preocupación aumentó al ver la extraña forma de comportarse que estaba teniendo su la cerveza. De no querer tomar pasó a tomar rapidísimo, enseguida nos quedamos sin cerveza y él quería más. Empecé a sentirme muy mal, muy culpable. Intenté que me explicara bien que había pasado, pero tartamudeaba, estaba muy nervioso, y me decía que no había tenido ningún problema, por lo menos ninguno grave.

Entonces pasó lo más extraño, se quedó mirando a una ventana, noté que movía la cabeza como haciendo una seña hacia esa ventana. Miro la ventana y veo una especie de sombra muy sutil, pregunto a Nacho que había sido eso, pero enseguida descarto que haya sido más que un simple efecto con la luz. Y sigo preguntándole por sus problemas.

JORGE

Rara vez me abro con alguien, pero Nacho es realmente de confianza. Le conté que hace años que no me sale nada bien en la vida. Vuelvo a caer en los mismos errores, en los mismos círculos viciosos. Como enamorarme, decepcionarme, desilusionarme, y otra vez alejarme de todo, y de todos. Internet y los juegos de computadora, además de estar rodeado de cuatro paredes, es todo lo que necesito en mi vida.

Llegadas las 1:04 am apareció la sombra, y sorpresivamente Nacho la vio. Yo pensaba que era el único en verla. Cuando apareció la sombra él la miró, y hasta preguntó que había sido eso, pero enseguida dio por hecho que no había sido nada más que una sombra cualquiera, o un engaño de su propio cerebro con el efecto del alcohol.

Pero yo creía que él la había visto de manera clara. Así que cuando su interrogatorio ya no daba para más le pregunté si la había visto. Dijo que vio una sombra, que no es nada. Le dije que sí, que es la sombra de la ventaba, que aparece justo a esta hora, todas las noches desde que soy un adolescente. Me miró con una cara angustiosa, como de una lástima terrible, una decepción sin nombre.

Agaché la cabeza y desde ese instante solo quería que se vaya, que me deje solo.

NACHO

Yo era consciente de que estaba mal, pero no tanto. Cuando me habló de la sombra en la ventana, directamente pensé que se había vuelto completamente loco. Nunca en la vida había visto nada tan incoherente en él.

Así que durante semanas lo convencí para que tengamos pequeñas salidas, a tomar un café, o una cerveza, solo una. O caminar un ratito al parque. También por suerte lo convencí de que haga terapia. Conocía a un psicólogo perfecto para él, joven, buena onda, perceptivo, sin prejuicios. Y por suerte empezó a ir con él.

JORGE

Cuando era chico tenía muchos miedos, sobre todo a los fantasmas. Todo el tiempo sentía que se me iba a aparecer uno, más que nada cuando estaba solo y había oscuridad. Los fantasmas para mí eran una realidad, pero nunca llegaba a verlos, solo sentía el miedo de que estuviesen cerca. Mi adolescencia fue caótica, tuve todos los problemas que un adolescente suele tener, sumado a la ausencia de mis padres, que ambos se la pasaban el día trabajando, y nunca me prestaron atención. Tenía tantos problemas, y seguía sintiendo un miedo ridículo a los fantasmas.

Así que una madrugada vi a uno, una sombra en la ventana. Así era exactamente cómo los había imaginado. Me asusté, me asusté tanto que no pude dormir esa noche. A cada rato volví a mirar a la ventana y ya no estaba. Con el tiempo fui teniendo cada vez menos miedos, tener problemas más importantes me ayudó.

Pero la sombra siguió para recordarme que nada es lo que parece, que es mejor no intentarlo, que es mejor ser paciente, esperar el momento. Y hace unos pocos días, la sombra no apareció a las 1:04, ni en toda la noche. Cosa rara. Y más raro aún, me sentí mal por eso. Necesitaba a esa sombra recordándome que todo es peor de lo que parece.

La sombra no está, y estoy aterrado. La incertidumbre de un nuevo comienzo es mucho más terrorífica que una sombra en la ventana.

Texto agregado el 03-06-2024, y leído por 242 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
03-06-2024 Ya estás igual que el bruto de chelsonmore, que tiene que explicar en los títulos de qué va el texto. O son muy brutos ustedes, o saben que la gente de aquí que los lee y les pone estrellitas es muy bruta. eRRe
 
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