Había una vez un señor que creía ser muy buen escritor pero que de
todo lo que escribía no se salvaba ni un solo renglón. Como pensaba
que sus escritos eran de gran valor, vivió engañado y murió
convencido de que con él moría un gran escritor. Nunca publicó nada
y sus escritos fueron leídos apenas por dos o tres que lo tuvieron por
loco. Pero el señor encontró en su ejercicio de escribir un alivio para
la vida que de otra manera hubiera sido triste y sin sentido. Y por
esta razón, tan sólo por esta razón, el día que murió se fue al cielo de
los escritores, donde se dedicó con enorme éxito a enseñar a todos
los que tuvieron talento, fama y tal vez fortuna, se dedicó a enseñar,
digo, la forma de encontrar un alivio a las angustias de la vida
cotidiana celeste.
Texto agregado el 02-06-2024, y leído por 86
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