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Inicio / Cuenteros Locales / carlosivankelso / Un Cuento Quesón de Verano en la Comarca

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Una mañana de domingo de verano, Paula iría a pasar un par de días a la casa de su fallecida tía Dominga, que había heredado hacía poco tiempo, ubicada a unos 150 kms de la gran ciudad, y fue a tomar el tren a una de las estaciones terminales. El tren iba avanzando a una velocidad muy lenta, dado que los sindicatos ferroviarios estaban en una etapa de huelgas y protestas.
“Por lo menos hoy funciona, aunque vaya lento” pensó Paula “bueno, no me haré problemas, leeré este libro de bellas y dulces poesías”, y agarró el libro y empezó a leerlo. Se trataba de “Poesías Doradas” el último best seller de la gran poetisa Pepa Perez, ganadora del Premio Bioy Casares.
El tren ya había pasado la mitad del recorrido, el libro seria un gran bodrio, pues Paula se quedo dormida cuando estaba leyendo la segunda hoja. Se despertó sobresaltada, cuando el tren llegó a la principal estación intermedia, en medio de bullicios y ruidos.
Paula observó a través de la ventana y vio que un grupo nutrido y numerosa de chicas rodeaban a un joven, “Oh” exclamó Paula “Parece que todas las chicas de este pueblo han venido a despedir a este tipo”. El chabón se subió al tren y para sorpresa de Paula, se sentó al lado de ella.
“¡Volve pronto Matías!” le decían las chicas y el joven contesto “El destino nos separa, pero mi corazón se queda con ustedes, chicas, las quiero mucho” y el tren continuó su recorrido.
Paula agarró otra vez el libro de poesías sin percartarse en el tal Matías, y tratando de retomar otra vez la lectura, pero el joven se dirigió a ella diciendole “Desde que gane el concurso de cantantes de Radio Excelsior soy el hombre más popular de la comarca”.
“Muy interesante” contestó Paula “Ya veo que las chicas te aprecian”.
“¿Aprecian? ¡Me adoran! Si no fuera porque las comprendo, no podría resistir lo mucho que me aman. Lo soporto porque reconozco que es el precio que hay que pagar por la fama que tengo ahora, y veo que también vos me admiras, ¿Queres escuchar mis hits como “Nada es nada”, “Corazones Inflamables”, “Amores de estudiantes” o “Yo soy Matías”? ¿O preferís un beso o un autografo? “
Paula sintió todo aquello como un acoso y expuso rápidamente su molestia…
“Te suplico que disculpes mi ignorancia, pero no te conozco ni se de tu fama, de tus hits, o tus canciones, puedo estar sin tus besos, tus autógrafos, y si no te molesta, continuaré leyendo”.
“¿Leyendo un aburrido libro de poesías pelotudas escritas para chicas de hace cien años?”
“Es una obra publicada ahora, pibe”
“No soy pibe, soy Matías, y ningún libraco es más importante que yo, así que vas a escucharme, piba, te cantaré mi mejor canción, Yo soy Matías…”
Paula se levantó del asiento muy molesta, Matías iba a entonar la canción, pero también se levantó y amagó con besar a la chica, pero esta reaccionó dándole un flor de sopapo…
“¡Aca tenes toda mi admiración, hijo de puta!” le dijo Paula mientras le dio un sopapo.
En ese momento, apareció otro muchacho, alto y patón, con aspecto de deportista, basquetbolista tal vez, y dijo:
“Ya esta bien celebridad, deja tranquila a la señorita” dijo el muchacho alto.
“Menos mal que aca esta el defensor de las damas” dijo Matías…
“¿Algún problema?” contestó el otro muchacho…
“Mejor me voy” dijo Matías y se fue, no sin antes lanzar un comentario “Quedate con pie grande chica de los sopapos”.
“¡Qué chico tan lindo!” pensó Paula “¡Y que patas que tiene!” al ver al tipo alto, corpulento y muy pero muy patón. En efecto era muy pero muy patón, calzaría 50, o incluso más, sí, algo más…
“¿Es tuyo este libro que este en el piso?” preguntó el patón mientras levantaba el libro de las poesías, y se lo dio a Paula.
“Sí, gracias, se me fue la mano, sos muy amable, no debí darle un sopapo a este chabón, pero me estaba acosando de una manera brutal, fue algo terrible, lo tendría que denunciar” dijo Paula.
“¿Denunciar?” contestó el patón “¿Para que? Al haberle dado el sopapo tenes la de perder, es un idiota, ese Matías, se cree Gardel, Michael Jackson, Sandro o Sinatra, por haber tenido éxito en un concurso de la radio de esta comarca, y las minas boludas que lo siguen a todos lados”
“Ja, ja” se río Paula “Muchas gracias por tu ayuda, yo estaba tranquila y apareció este tipo”
“¿Puedo sentarme al lado tuyo? ¡No pensaras que soy otro plomazo si me siento al lado tuyo!”
“No lo pensaré si no das motivo”.
El muchacho se sentó, Paula no podía apartar la vista de las enormes patas y zapatillas del chabón, y empezó a advertir un cierto olor a su alrededor, un olor a… a Queso, sí, a Queso, el tipo era muy guapo, agradable, educado, alto, corpulento y patón pero… olía a Queso, ¡Y como olía!
Paula ya estaba sintiendo que se asfixiaba cuando el tren llegó a su destino…
“Yo me bajo aca, muchas gracias… ¿Cómo es tu gracia? Yo soy Paula”
“¿Los Gamos?” dijo el muchacho “Pues yo también me bajo aca, además es la última estación del recorrido, aca termina la Comarca”.
Se bajaron los dos del tren, Paula observó que Matías el cantante también se bajo y entonces el muchacho le dijo:
“Sera mejor que te acompañe hasta la salida, esta el acosador andando por ahí y creo que te esta acosando”
Pero rápidamente, al bajar del tren, otro grupo nutrido de fans rodeó a Matías…
“¡Falsa Alarma! Estaba aguardando a sus fans” dijo Paula “Muchas gracias de nuevo, aquí debemos despedirnos” dijo dirigiéndose al muchacho, “no me dijiste tu nombre”.
“¿Mi nombre?” dijo el muchacho “Carlos, me llamo Carlos, soy Carlos, y te aseguro que si ese chabón revoluciona a la música de la comarca, yo no le ando muy lejos, juego al baloncesto en Deportes Gamos, y gane el premio al mejor deportista de la Comarca, el último año”.
“Ja, ja, ja” sonrío Paula “Una comarca de ganadores, y ahora Carlos, veo que tenes pies muy grandes, ¿Cuánto calzas?”
“Calzo 52” contestó Carlos “Aunque mis pies siguen creciendo, si sigo así, calzaré 53 el año que viene, los Carlos somos así”.
“Bueno, nos vemos, chau Caaaarloooosssss”
A Paula ya le estaba resultando algo molesto el tal Carlos, que cada vez parecía oler más a Queso, y rápidamente se alejo de la estación rumbo a lo de su tía Dominga. Esta había fallecido meses antes de 102 años (era tía bisabuela, la hermana de su bisabuela), y había dejado varias propiedades, Paula ligo esta, una hermosa casa victoriana en Los Gamos, uno de los pueblos más populosos de la Comarca, con un hermosos bosques y ríos, y muy cerca tanto de las sierras como del mar.
Paula llegó a la casa y tras un almuerzo muy liviano, se durmió una buena siesta, y salió por la tarde para conocer las famosas tiendas de Los Gamos. Estas solían estar cerradas los domingos, pero aquel domingo era muy especial, pues se celebraba el día de San Guchito, patrono de la Comarca, y estaban abiertas las tiendas en forma excepcional y con espectaculares descuentos y promociones.
Paula pasó por la plaza principal del pueblo, “General Pontier” en homenaje a un destacado militar de valores patrióticos, y vio que estaba lleno de carteles anunciando el recital gratuito de Matías, sí el mismo Matías, ya cientos de fans ocupaban los lugares privilegiados.
“Así gastan la plata de los giles que pagamos impuestos, con estos recitales de estos idiotas” dijo un viejo que se quejaba de la intendencia “así ganan las elecciones estos tipos, engatusando a la gilada con recitales gratis mientras la ciudad esta sucia y rota”.
Paula escuchó el comentario, y le sonrío al viejo, mientras cruzaba la plaza, pero no sostuvo mucho su marcha, dado que la interrumpió una procesión en honor a San Guchito.
“Bueno, me voy, que calor, me estoy muriendo de sed” dijo al ver la procesión y justo ahí ante su vista estaba nada más ni nada menos que Carlos.
“Caaaarloooosssss” dijo Paula
“¡El mismo Carlitos que calza 52! ¡Otra vez nos encontramos!” dijo Carlos “Como ves el destino nos vuelve a reunir, ¡Te invito a un refresco! ¡Hoy es San Guchito y hay que celebrarlo!”
“Bueno, dale, acepto encantada, parece que es muy importante San Guchito en esta comarca”
“Era el santo patrono de los inmigrantes que fundaron este pueblo hace como ciento veinte años, por eso es tan importante”
Paula y Carlos fueron a la calle Rodney, famosa por los bares, pero estaban todos llenos, repletos de gente, con largas esperas.
“Mucha gente” dijo Carlos “Tenemos como tres horas de espera así, que te parece si te invito a mi casa, queda a tres cuadras de aca, estoy solo, solo un rato”
“Bueno vamos” dijo Paula, que se sentía muy atraída por Carlos, le gustaba la altura, la corpulencia, la personalidad y el tamaño de los pies, pese a que cada vez olía más a Queso, era muy fuerte el olor, pero lo que hubiera sido asco o repugnancia para cualquier mortal, era atracción para la chica.
Llegaron a la casa. Era una casa victoriana, como todas las del casco histórico de Los Gamos, muy parecida, aunque más grande que la había heredado de su tía Dominga. Mientras Carlos preparaba los refrescos, Paula observó que la casa tenía un par de curiosas habitaciones, una era una bodega de Quesos, estaba llena de Quesos, de gran tamaño, y con múltiples agujeros, otra, llena de zapatillas y zapatos de gran tamaño, acordes con la talla 52, para 53, de Carlos, y también medias, calcetines, un vestidor con casacas de basquet y ropa como de Halloween, sí disfraces de películas de terror y de ninjas, además toda la casa tenia cuadros muy curiosos, como imágenes de asesinatos, con un Queso siempre atrás.
Empezó a sonar la música. No eran las canciones de Matías. Pero sí el repertorio de La Konga, Mya y Luck Ra, como “Ya no mas”, “La Morocha”, “Que me falte todo”, Corazón guerrero” y cosas así.
Carlos le sirvió a Paula unos refrescos, y esta empezó a beberlos. La chica entonces se acosto en el sofá.
“Veo que te gusta mucho el Queso” le dijo Paula “Hay una bodega de Quesos”
“Me encanta el Queso” le dijo Carlos “casi te diría que solo como Queso, no como otra cosa, habrás notado que huelo a Queso, por eso mis amigos del pueblo y del basquet me dicen EL QUESÓN, ja, ja, muchos piensan que es porque no me lavo los pies, pero no, es porque como Queso, y casi no como otras cosas”
“¿Era por eso? ¡Ja, ja! Yo ni lo pruebo, no como Queso, no me gusta” le dijo Paula.
“¿Sos vegana?”
“No, para nada, como poca carne, pero me gusta comer carne, aunque en pocas cantidades, el Queso no se, será que cuando era chica oía historias de unos asesinos que tiraban Quesos a sus víctimas, debe ser eso”
“Asi, en esa época eran muy populares esas historias” dijo Carlos “bueno, yo soy fan de ellas, ja, ja, ja, hay blogs en internet para que todo eso no es pierda ni se olvide, a mí me encantan esos historias, ahí en ese cuarto tengo disfraces de los Quesones, así los llamaban a esos asesinos, nunca quedo claro si fueron verdad, realidad, mito o leyenda”.
“Quesones, ¿Y a vos te dicen el Quesón? ¡Que curioso!” dijo Paula.
“Muy curioso” dijo Carlos “mira, ahora vuelvo”, Carlos fue al cuarto y cuando volvió regreso disfrazado de “Ninja Quesón”, sí, todo de ninja, con katana y Queso incluidos, y por supuesto guantes negros.
“¿Te gusta?” le dijo Carlos “Ahora soy Carlitos, el Ninja Quesón, ja, ja, o el Basquetbolista Quesón, o el Ninja Basquetbolista, o el Basquetbolista Asesino, ja, ja, como quieras llamarme, un homenaje a los cómics de Carlos Delfino, el Basquetbolista Asesino, ja, ja”
“¿Entonces sos cosplayer?”
“Nooooooooooooo, la que era cosplayer era Lilia Lemoine, a esa la asesinaron por eso, ja, ja, pero dale, anda y disfrázate de Heidi, así cantamos juntos Abuelito dime tu.
“No, no es necesario que me disfrace” contesto Paula, acostada sobre el sofa.
“Bueno, entonces si no te gusta el Queso, proba el mío, proba mi Queso” le dijo Carlos y mientras repetía como un mantra “Queso, Queso, Queso, Queso, Queso”, Carlos extendió sus gigantescos y olorosos pies sobre el rostro de Paula, esta empezó a chuparlos, olerlos, besarlos y lamerlos, una y otra vez, con gran fuerza, entusiasmo y frenesí.
“Me gusta tu Queso, me encanta tu Queso, Caaaarloooosssss” exclamaba Paula mientras disfrutaba de los Quesos de Carlos, y así, del juego de los pies, pasaron a una fiesta sexual, con bondage y masoquismo incluido, con ella en el papel de sumisa y el como macho alfa dominante, Carlos le dio unos latigazos, unas patadas, y la tomó del cuello varias veces simulando estrangularla, además de chuparla las tetas y la vagina, a ella le gustaba ser sumisa y además del ya citado juego de los pies, le chupó la pija, que por supuesto, poco después estaba metida en su vagina, para placer y deleite de ambos.
Paula no daba más, pero estaba feliz, llena de gozo y placer, Carlos aún tenía ganas de más juego, más sexo y más QUESO…
“¡Qué hermosa fiesta de San Guchito!” dijo Paula acostada en el sofa mientras “Ahora vamos al recital de ese jetón del forro ese de Matías en la plaza!”
“Ja, ja, ja” río Carlos “No, tengo un programa mejor”
Y en ese momento, ataviado con su disfraz de ninja, y sus guantes negros, Carlos, blandió la katana, la acercó rápidamente a Paula, que observó toda, entre sorprendida y asustada, levantó la katana y ¡zas! le atravesó el cuello con la katana, y la sacó toda ensangrentada, y le aplicó una segunda herida, ahora atravesándole el cuerpo, y volvió a sacar la katana, y ¡zas! una tercera herida, con la cual le cortó la cabeza.
Carlos dejó la katana clavada en el sofá y fue a la bodega de Quesos, ahí agarró un Queso, uno de los más grandes, y lo llevó hasta donde estaba el cadáver decapitado de Paula, y lo tiró encima.
“Queso” dijo Carlos tirando el Queso sobre el cadáver de Paula.
Carlos se fue a dormir muy tranquilo, mientras la plaza del pueblo era toda una fiesta, por un lado, la chicas deliraban con el recital de Matías, por otro, los feligreses participaban en la misa de San Guchito, todo fiesta, lo profano y lo sagrado, dicen que una anciana, muy anciana, y muy parecida a Doña Dominga entró a la casa de Carlos, y se llevó el cadáver de la asesinada, dejando solo la cabeza, y de la sangre se alimentaron cuatro mujeres que se autodenominaban “las Santillanas”.
A la mañana siguiente, la calma renació en Los Gamos, habría que esperar un año para disfrutar de otra fiesta de San Guchito, como dice Serrat,
Y con la resaca a cuestas vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas (…) Se acabó, el sol nos dice que llegó el final, por una noche se olvidó que cada uno es cada cual”
Carlos despertó muy contento y tranquilo, pero el no olvido que cada uno es cada cual en la fiesta de San Guchito, e hizo lo que hacía siempre, ser un Quesón, un asesino serial, matamujeres y tiraquesos, y agarró la cabeza de Paula y la colocó en otro cuarto, con la colección de las cabezas de todas las chicas que había asesinado, decapitado y quesoneado, ya sumaban treinta, y Carlos, muy contento, dijo en voz alta:
“¿Quién será la próxima? ¡Hay tiempo para todo!”

Texto agregado el 01-06-2024, y leído por 89 visitantes. (0 votos)


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15-07-2024 ¡QUE SOrpresa! eRRe
 
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