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Hay ratas en mi casa ¿Las escuchan? Corren de un lado a otro, se esconden debajo de la heladera, dentro del placard, entre los libros de mi biblioteca ¿De dónde salieron? No hay baldíos alrededor. Las casas del vecindario son modestas pero limpias. Llegaron a mi casa hace un par de meses. Mis hijos y mi esposa dicen no verlas, pero yo las veo y las escucho, con esos chirridos horribles que largan. Parece que rieran o se burlaran de mí. A veces estoy mirando televisión y empiezan a gritar, y pasan a toda velocidad de un lado de otro. Me paro sobre el sillón, grito yo también. Mis hijos me preguntan qué me pasa. Mi esposa está cansada. Dice que me volví loco, pero no, las ratas existen, están ahí, escondidas en mi casa como espíritus malditos.
Mi esposa me mandó al psiquiatra. Soy buen hombre, dispuesto a resolver los problemas de la forma correcta, así que fui a ver al doctor. Me escuchó sin decir muchas palabras, asentía, después gestos de la boca, de las cejas. Me recetó un fármaco que se llama Risperidona. Acepté tomarlo, una pastilla a la noche. Busqué en google y dice que es para el tratamiento de las alucinaciones. Pero no es así. Las ratas existen, yo las veo y las escucho y las padezco.
Siempre me creí especial, puede que sea eso, que las ratas sean una especie de demonios que yo solo puedo ver. Tal vez vienen a darme algún mensaje. Vienen a decirme que las cosas no marchan bien. Estoy desempleado. Eso es verdad, las cosas no están bien, mi esposa trabaja de administrativa y la plata apenas alcanza. Mi hijo, el mayor, también hace changas de cadetería con la bici. Yo me la paso en casa. Hago las cosas, cocino, lavo la ropa, barro, plancho, todas esas cosas tristes que a nadie le importan. Vamos a decir la verdad, no trabajo pero trabajo, si no preguntémosle a las amas de casa, esas mujeres que se han pasado toda la vida fregando el piso y sometiéndose a la humillación de que cuando le preguntan si trabajan dicen: soy ama de casa. Como si eso no fuera un trabajo. Triste realidad. O sea, no trabajo pero trabajo en casa. Mis amigos dicen que soy un vago, que no quiero trabajar, pero sí, quiero trabajar, soy oficial tornero, me canso de repartir currículums, y además trabajo, trabajo en casa ¿Qué les pasa?
Y ahora las ratas. A veces a la noche, me despierto, las escucho, agarro la escoba, las persigo, plaf, plaf, golpeo el piso y las paredes, pero nunca las atrapo. Creo que suben por las paredes, se trepan, suben al techo, y pasan a todo lo que da sobre nuestras cabezas. Me despierto varias veces a la noche. Las escucho. Malditas. ¿Serán acaso el mensaje de que me estoy volviendo loco? ¿Será una condena divina por haberme quedado sin trabajo? ¿Será que no estoy en el lugar adecuado en el momento adecuado?
A decir verdad a veces desaparecen. Unos días, mientras pongo la ropa a lavar me engancho con alguna serie de Netflix. Me gustan las series apocalípticas. Siento que el mundo va a terminar, que ya no va a haber una vida para mí, que sería mejor terminar con todo, que no soporto la humillación de ser un ceniciento. Cuando desaparecen pienso, pienso mucho, demasiado, los pensamientos me aturden, me duele el pecho y la cabeza, y cuando está todo por explotar, ahí, aparecen, corren, gritan, se ríen. Se ríen como hienas. Como se reían los chicos de la escuela cuando se burlaban porque yo usaba lentes.
A lo mejor tiene razón mi esposa. Las ratas son alucinaciones. Pero no, me acuesto y las escucho roer el machimbre de las paredes. Cuando meto al horno algunas supremas las veo salir de ahí abajo a toda velocidad, pasándome entre las piernas. Últimamente tengo miedo. Un miedo terrible de que puedan hacerme algo. ¿Si me muerden? ¿Si me contagian alguna peste extraña y me muero? Una ansiedad me recorre y quiero matarlas. Puse algunos cebos venenosos, tramperas, pero nada. Solo aparecen para perturbarme.
Qué extraña es la vida. Parecería que las cosas nos pasan a nosotros solos, pero no es así, si las ratas vienen a traer un mensaje es que todo el mundo tiene ratas en las vidas. Y si no son ratas, son platos, o trapos, o murciélagos, caballos, montañas, torbellinos. Todas las vidas son de algún modo tormentosas. Las ratas han venido para robarme la vida. Y nadie me entiende, quiero explicarles qué es esta pesadilla, esto de lavar platos, cocinar, barrer y baldear y encima soportar a unas ratas inmundas ¿Volveré alguna vez a vivir en paz? ¿Volveré a creer en la vida? ¿A confiar en mis amigos? ¿A creer que mi esposa es el sueño de mi eternidad? ¿Creeré en mis hijos? Tomo la Risperidona y espero que algo cambie. Que un día las ratas se cansen o se den por vencidas y se vayan, para siempre, o que desaparezcan de mi cabeza, si es que ahí es donde existen.

Texto agregado el 29-05-2024, y leído por 79 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
29-05-2024 Imagino que la realidad más bien es la interpretación que hacemos de las cosas que nos pasan, y en el caso del personaje su crisis laboral y de autoestima se ha manifestado en esas horrendas ratas, a las que igual les tengo fobia; pero por suerte tengo a mi perro Tobi, especialista en atraparlas en pleno vuelo. Gatocteles
29-05-2024 Puede cambiarse de hogar, pero las ratas seguirán conviviendo en su mente. Esperemos que poco a poco vayan haciéndose más débiles los ruidos de las ratas. Cómo familiar de alguien con demencia senil, es dotarse de mucha paciencia, amor e ir mano a mano con las indicaciones de los doctores. Saludos. Odette
 
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