Sabes que eres un jodido viejo solo, fracasado y amargado cuando te dan ganas de llorar por cualquier cosa. Lágrimas furtivas que se resbalan por las mejillas, inoportunas, en situaciones tan comunes y corrientes que te das vergüenza a ti mismo. Es inevitable. Estás a merced del infortunio y tus recuerdos son una asquerosa mezcla de nostalgia por aquello que podría haber sido, pero que, si hubiera sido, quizás sería peor de lo que tu realidad ya es.

Por ejemplo, el problema de tu diente roto. El dentista te quería sacar el diente y tú te negaste. No podías aceptar que tu diente sano se fuera a la basura sin más. Así que luchaste y buscaste otros dentistas hasta encontrar a uno que intentara salvar tu dientecito de mierda. Ahora estás feliz, sí, lo lograste campeón. Si así hubieras luchado por tus decisiones, las habrías tomado tú y no hubieras dejado que otros las tomaran por ti. Ahora quieres llorar, niñita asustada. Se te escapó el tiempo. Buscas enfermamente información en internet sobre tus exnovias del pasado y descubres que ellas están bien, mejor que tú y mucho mejor que si se hubiesen quedado contigo. Te duele el alma hasta el culo y sabes que no hay nada, absolutamente nada, que pueda cambiar tus frustrados días de mierda.