Lo ve acostarse. 
 
El móvil en la mano 
la alarma en cuentagotas, 
vuelve de un mundo ajeno 
Que -por un momento- 
envuelve la rutina 
en la seda del  sueño. 
 
Ella, desnuda, espera que sus ojos  
Se cierren mansamente. 
 
Entra con paso lento 
se convierte en aliento 
Cuidando no tocar el aire 
donde late el olor a hombre 
Que duerme, 
A día que comienza a detenerse 
(agitando las alas) 
 
De puntillas, llega hasta la cama 
Donde él, ya dormido, 
Se ha vuelto un gorrión tibio. 
 
A pesar del silencio 
Puede escuchar la amada respiración. 
 
Sin vacilar, se acuesta 
va ciñéndose a ese cuerpo 
Que ahora le es ajeno, 
(se ha dormido en un sueño) 
 
Lo toma por la espalda, 
va dibujando un lazo 
que los une, 
Se vuelve fortaleza 
Que declina 
Todos sus estandartes 
Sus rubores, sus risas, 
Las preocupaciones alargadas 
Como sombras de árboles 
Y los nudos copiosos 
Que adormecen su sombra. 
 
La respiración 
Se vuelve una en la otra. 
 
Entre las sábanas 
somnolientos, vuelven a  
descubrirse 
y el asombro es la llama. 
 
Bailan, fuego sereno 
esa danza que rompe 
Los cansancios. 
 
Así, entre compases, 
El día va rodando por la noche. 
 
(en la sonrisa tibia 
rescoldo de fogatas repetidas, 
 tiembla como una hoja 
Tras la lluvia 
En suspenso, ligera, 
demorada en el aire 
acoplada al cuerpo de su hombre 
Que la sueña desnuda) 
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