Nada sujeta la historia rayada en estas páginas
mientras en vano intento retener las canciones
que huyen sin un adiós por las ventanas
ni el aleteo de las hojas —que rompen la noche—,
disimula este oscuro silencio
que agudiza el sin sentido de los transcursos.

La pared intenta retener el tiempo a través de las fotografías
mientras la distancia parpadea tu mirada
que arroja furiosa todos los instantes en su titilar
desgastando día a día los enquistados recuerdos.

Nada mueve la inexplicable y dulce apariencia
que ancla el tiempo sin tapujos,
mientras los intentos me rompen la cabeza
a tal punto que la ceguera atormenta los rincones
tornando precario el trazo de los dibujos
que buscan afanosamente eternizar los momentos.

El viaje sin retorno es siempre un enigma
que sangra a partir del mediodía
a pesar que el fragor del mar se sigue oyendo a lo lejos
y su humedad aún empaña los cristales.

No hubo amantes para silenciar los suicidios atemporales
que me visitan tras las fiestas de los espejo
aunque el paisaje muere en el horizonte de los deseos
y las desoladas playas ya se quedaron sin las huellas de los gestos.

Tu permaneces perenne como la maleza
que se balancea en la suave brisa de la memoria
a veces quisiera ser implacable como la arena
que es incapaz de conservar una huella sobre sus sabanas
que no se afana en retener los vestigios
mientras el ruido de las olas rapta el eco
que intenta encontrar los nombres que no existen.

La ciudad ya comienza a despertar sus luces
mientras mitiga la oscuridad de los abismos
que se hunden en la perspectiva del vacío

Quizás para no dar con los olvidos
quizás para claudicar bajo el rocío
que humedecen las ruinas.

Sigo dibujando tras una música desolada
y en estas horas descalzas ya hace frío
mis huesos se niegan a articular las sombras
mientras los temblores naufragan en la memoria
y sin replicas todo se aleja.

La palabra no inaugura el horizonte de los desvelos
y los cuerpos niegan las tablas de la evasión

Alguien roza mi hombro susurrando compañía
mientras retengo las ansias que corren por mis manos
encarcelando la inmerecida tibieza del cobijo.

Los pasos del ciego tantean la feble línea de las calles
mientras intento las renuncias
que me acompañan como faro en la oscuridad.

En vano el océano lava sus mares para alisar las orillas
mientras silencian las arenas de la desolación.