Se puede empezar de nuevo,
quitar la torcedura de los renglones
que un dios aburrido
usó para escribir según su antojo.

Hay una rebeldía
incomprendida:
la de cambiar el sentido
del reloj de arena
haciéndolo rodar por la mesa
como dados lanzados por el cubilete.

No se trata de suerte.

Es tan solo dejar de medir
milimétricamente
los hechos y los actos,
las palabras y los pensamientos
y arrojarse de bruces
al abismo
de lo que sea.

No es locura. No. No.
Es decidir ser Uno
como quiera.