Estaba con dos amigos subiendo por un misterioso ascensor. Llegamos a un techo desde donde se veía una cochera en la planta baja. En ese momento estaba solamente con uno de mis dos amigos, el otro estaba abajo, subiendo a un auto y yéndose. Consciente de que debía enfrentar mi mayor desafío, lanzarme al abismo, noté que mi amigo se mantenía en un rincón, lejos del borde, sin ninguna intención de intentarlo. La altura era equivalente a dos o tres pisos, no era poca cosa. Quizás, sosteniéndome con las manos en el borde, quedando suspendido, y luego soltándome, reducía un poco la altura. Pero no, no me animé. Desperté.

Generalmente me olvido los sueños, y no les doy mayor importancia, pero este quedó grabado en mi consciencia, ni siquiera lo tuve que escribir. Incluso lo evoco con frecuencia cuando me estoy por dormir. Puede parecer una pesadilla, pero no lo fue. Cuando me imagino de nuevo en ese techo, lo único que hago es saltar. Saltar de todas las maneras posibles: me imagino por ejemplo dando el salto y cayendo lentamente, como si la gravedad fuese similar a la de la luna; o dando piruetas en al aire y amortiguando la caída con alguna lona, o un colchón abandonado en el piso; o quizás deslizándome por una columna; o sosteniéndome con las manos en el borde, quedando suspendido, y luego soltándome.