Desgarrados harapos
en las sombras
nivelan el silencio y el insomio:
un ojo de agua
mueve su pupila
entre vacío y vida.
Jirones de fantasmas
atribulando la voz
que no se mueve
ni un ápice.
al costado del lazo
de las manos
humo, ceniza, angustia,
colillas descamadas
entre vahos de alcohol.
sopor de horas sin rumbo,
gruesas gotas salinas
entre pecho y espalda,
mientras la boca balbucea
esa palabra que no se articula
ni se olvida.
Tan sólo una palabra
retorciéndole el cuello a otro silencio.
Afuera hay voces
dentro
un tropel de ecos sordos
rebotando en paredes, cristales,
remontándose en el inaudito
ascensor de la nada.
Desgarradora soledad
creciendo como la barba
sin aviso,
rebelándose a diestra y siniestra
de cada hora de ocasión.
La hoja, muda, dibuja en la muñeca
una mueca de espanto.
Brota la sangre
a gritos desbordados
y la voz calla, cae, camina
hacia el abismo.
Por fin se hace el minuto
de palabra.
Espectros de letargo
regurgitando piel
abriendo charcos.
La sal se va secando
entre pecho y espalda
y el tropel perdiéndose en la mirada
sin remedio, sin aviso.
Barba creciendo entre las uñas.
El ojo se cierra por fin
entre vacío y vida,
girando
hecho de nunca y para siempre.