La vida es un pestañeo… cada vez lo tengo más claro.
Ayer tenía 27 años, una tripa inmensa y muchísimo amor esperando doblado junto a tu cuna, aquella cuna de bambú llena de bodoques y unas cintas rosas que antes fueron azules.
Anoche me encontraba mal, me dolía mucho la tripa… tanto, que cogí la bolsa que tenía preparada con tu pijamita blanco, el amor doblado junto a tu cuna y salí corriendo a tu encuentro.
A las 3 de la madrugada has decidido que quieres nuestros abrazos. Elena ha puesto una sabanita verde sobre mi tripa… papá y yo, muy nerviosos conteniendo la respiración, miramos la sábanita moverse hasta que, de repente, han aparecido tus ojos… unos ojos enormes, abiertos y color chocolate que nos han mirado como si vieran, juraría que sonreíste. Creo que guardé demasiado amor porque al sumar el que has traído, hemos tenido que llorarlo. No sabía que se puede llorar amor y que sus lágrimas son tan dulces.
Has venido tan temprano que, en cuanto nos han subido a la habitación 333, me he quedado dormida y al despertar, han pasado 30 años. 30 años increíbles llenos de momentos juntas, llenos de ti en mi, de sonrisas, de caricias, de admiración por cómo eres.
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