Sùbitamnete las rejas de la celda fueron corroìdas por el òxido de la libertad, el reo habìa cumplido su condena, ya no vivirìa hacinado jamàs. Camino hasta el metro, cuyos vagones-sardina, no le permitìan respirar la libertad.
Por la nocturna plaza de armas, camino sin rumbo, no tenìa a donde ir, ni a quien amar, viò a Pedro de Valdivia, viò hambre, viò prostituciòn, viò guerra, viò homicidios, pedofilia, droga, vio su espiritu encadenado, el calor del hambre, el frìo inclemente y desgarrador de la sociedad.
Despertò de la horrenda pesadilla, imposible respirar la libertad, estaba en la celda-sardina.
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