Caminando bajo un cielo de estrellas, alucino verte, es tu sombra perenne que se arrima a mi soledad. Ni comprendes lo grato que el silencio ahoga en esta noche, es que no hay cielo desnudo para mostrarte aún vivo. Vivo, de serenatas, de canciones que vibran en la oscuridad, de sencillos versos que aún persiguen mis silencios, mis ruidos; Nace desde el horizonte blandiendo una luz que acuna mis versos, es un regalo de mis noches alejadas de tu boca, de tu piel. Yo quisiera que me cuentes, si escuchas las voces de la noche, ellas te hablan de mi búsqueda permanente, de día o de noche; En la quieta sencillez de mi atardecer, en el vasto campo de mi mente. Es la soledad de mi alma que vaga sin rumbo, descuidada sin ti. Hoy te escribo esta carta de luna ataviada, entre rondas oscuras deletreo tu nombre a sorbos, con besos de estrellas, y soles ardientes. Te veo surgir, talentoso, tu pluma me señala, me dicta, me hablas así como en sueño… que este amor nunca se fue, está intacto y pleno.
Esperando poseer lo que un día fue nuestro, mis manos quieren borrar la tinta que tus versos dejaron en mi almohada; sé que no vendrás por la vereda de piedras, pero veo tu figura caminar así a mí… como en tiempos lejanos.
Sé que mis ojos mienten, mi corazón es cómplice de esta visión, y mi cuerpo, que reclama tus besos, muere al sentir tus pasos, alejarse sin un adiós…
A-M-R |