A mí amigo Pepe, espejo de mi alma,
reflejo de una mutua y extraña adicción.

Opus 1: la verdad

A todo eso que quise, debo querer y ya no quiero,
recuerdos que se pierden en este rincón olvidado,
lo inmaterial ya no entiende el espíritu de la cosa,
en la perenne nostalgia que hoy me hace dudar,
memoria es subterfúgio que ya no me convence,
me desprenderé del acumulo que nada me dice,
objetaré de los objetos que detuvieron el tiempo,
del acúmulo que me resta y de la mirada perdida,
entre el desconcierto y una ufania no reconocida.

Opus 2: mi verdad

Pero yo prefiero la gloria de todas las medallas que yo mismo me he colgado y llevo orgulloso,
de mi ínfula a sabiendas de las horas contadas,
la duda es el comienzo que me anticipa el final,
el orgullo es una letanía, es ese mantra vencido
que repito cuando ni ya yo mismo me escucho
y me autodeclaro anacoreta de mi propia verdad,
recogido en el regazo de mi propia benevolencia.


Opus 3: el acumuló que nos resta

A nadie le pedi yo esa su más saludable opinión,
ese consejo que a veces hasta yo mismo me doy,
esa verdad que a gritos me despierta del sueño,
realidad que me despierta un día sí, otro también,
pero yo ya sé que hay razones que ni la razón…
me protejo de mi mismo en exclusivo argumento,
lo que es mío no es de los otros y no se discute
y que me resta de la nada, si no la suma del resto.

JIJCL, 27 de abril de 2024