Viendo pasar el tiempo.
Sentada frente al mar, viendo pasar el tiempo, en mi mente revolotean igual que aves perdidas, los pensamientos.
Pero, no quiero pensar en nada, miro y observo las hermosas golondrinas que buscando su sustento fijan la vista en el agua tratando de encontrar algún pez que distraído y sin pensar en el peligro, se distraiga y se deje atrapar sin remedio.
El tiempo se van tan de prisa y la tarde casi llega a su fin cuando el sol se va escondiendo muy despacito tras el horizonte y aquellos hermosos colores me hacen sentir viva y olvidándome de los pensamientos que por alguna razón siguen en mi mente, entablo conversación con una mujer que igual que yo estaba sentada muy cerquita y a la cual no había prestado atención.
La mujer era joven, de aspecto corriente, largos cabellos negros y mirada de cielo, la cual me preguntó la hora.
Le contesté que no traía reloj ni celular, que lo lamentaba, pero si tenía buena vista podría mirar el reloj que se encontraba un poco más adelante en la rambla.
Me dio las gracias y me dijo que la tarde estaba tan hermosa que no sentía deseos de irse, pero que veía que se aproximaba la noche y no quería volver muy tarde a su casa.
Le dije que a mí me pasaba lo mismo, pero que como nadie me esperaba, no importaba a qué hora llegara a mi casa.
La mujer que tendría unos cincuenta años se acercó un poco más y noté que necesitaba estar y hablar con alguien.
Me contó que ese día por ser domingo, no trabajaba, pero que al día siguiente tendría que volver a la rutina.
Le pregunté qué era lo que hacía, de qué era su trabajo a lo que me contestó que era psiquiatra.
La miré y ella a mí como queriendo adivinar qué estaba pensando, pero mi rostro no le dijo nada y al fin me preguntó si yo trabajaba a lo que le contesté que sí, aunque mi trabajo era más sencillo que el suyo y menos riesgoso.
La mujer me volvió a mirar y me dijo que era muy probable que lo que estaba diciendo fuera cierto, trabajase en lo que trabajase, sería menos riesgoso que atender personas enfermas.
Y al fin cayó la noche mientras las dos conversábamos como si nos conociéramos de siempre.
Le dije que iba siendo hora de que me fuera y creí ver tristeza en sus ojos.
Me despedí agradeciéndole la compañía a lo que ella me respondió que la agradecida era ella, que se sentía muy abrumada por pensamientos negativos y que gracias a mi sintió que ya no estaba tan sola.
Al volver a mi casa, mis pensamientos se dirigieron a aquella mujer, la cual nunca había visto, pero cuya compañía, lo mismo que le pasó a ella, me hizo ver que, aunque muchas veces lo creamos, en la vida no estamos solos que basta una simple palabra para sentirnos acompañados y aquellos malos pensamientos que tuve al ir a ver el mar, habían desaparecido y me dormí pensando en aquella puesta de sol cuyos colores aún retengo en mis pupilas.
Omenia
18/4/2024
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